VATICANO (ACI Prensa) – En la Audiencia General de este miércoles 9 de junio el Papa Francisco alentó a mantener un equilibrio en la vida entre el trabajo y la oración para “que el trabajo no nos absorba hasta el punto de no encontrar tiempo para la oración” pero al mismo tiempo estar atentos a que “nuestra oración no se convierta en un espiritualismo, que nos aleje del contacto con la realidad”.
Tras saludar a los numerosos fieles reunidos en el patio de San Dámaso en el interior del Vaticano, el Santo Padre dedicó su catequesis semanal en el tema de “la perseverancia en la oración”, y anunció que se trata de la penúltima ocasión de esta larga serie de catequesis sobre la oración.
En esta línea, el Santo Padre se refirió a la importancia de “rezar sin interrupción” ya que el “orar constantemente es una invitación, más aún, una exhortación que nos hace la Sagrada Escritura” y recordó la recomendación de San Pablo en la primera carta a los Tesalonisenses “Recen constantemente. En todo den gracias”.
Luego, el Papa se refirió al libro del “Peregrino ruso”, que había recomendado leer en la Audiencia General del pasado 21 de abril, y destacó que gracias al itinerario espiritual del personaje de esta obra “descubrió la oración del corazón, una oración breve que consiste en repetir, al ritmo de la respiración y durante toda la jornada: Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí, pecador”.
“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡ten piedad de mí pecador! Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡ten piedad de mí pecador! ¿La han escuchado? ¿La decimos juntos? Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡ten piedad de mí pecador! es una oración sencilla, muy bonita”, conversó con los fieles en forma espontánea el Santo Padre.
En este sentido, el Pontífice utilizó dos imágenes para describir la oración: la “respiración de la vida” y el “pentagrama musical”.
En la primera, el Santo Padre señaló que “en efecto, en la vida necesitamos tanto de la oración como del aire que respiramos” y afirmó que “de hecho, la respiración no cesa nunca, ni siquiera mientras dormimos; y la oración es la respiración de la vida”.
En segundo lugar, el Papa dijo que “la oración es una especie de pentagrama musical, donde nosotros colocamos la melodía de nuestra vida” y explicó que la oración “no es contraria a la laboriosidad cotidiana, no entra en contradicción con las muchas pequeñas obligaciones y encuentros, si acaso es el lugar donde toda acción encuentra su sentido, su porqué y su paz, en la oración”.
Sin embargo, el Santo Padre reconoció que “poner en práctica estos principios no es fácil” y puso el ejemplo concreto de “un padre y una madre, ocupados con mil cometidos, pueden sentir nostalgia por un periodo de su vida en el que era fácil encontrar tiempos cadenciosos y espacios de oración. Después, los hijos, el trabajo, los quehaceres de la vida familiar, los padres que se vuelven ancianos…”
Ante eso, el Papa añadió que en ocasiones “se tiene la impresión de no conseguir nunca llegar a la cima de todo” por lo que aconsejó que “entonces hace bien pensar que Dios, nuestro Padre, que debe ocuparse de todo el universo, se acuerda siempre de cada uno de nosotros. Por tanto, ¡también nosotros debemos acordarnos de Él!”.
Trabajo y oraciónPor ello, el Santo Padre recordó que “el trabajo y la oración son complementarios” ya que, así como “la oración – que es la “respiración” de todo – permanece como el fondo vital del trabajo, también en los momentos en los que no está explicitada” por lo que advirtió que “es deshumano estar tan absortos por el trabajo como para no encontrar más el tiempo para la oración”.
En esta línea, el Pontífice recordó el ejemplo del “monaquismo cristiano” en el que “siempre se ha tenido en gran estima el trabajo, no solo por el deber moral de proveerse a sí mismo y a los demás, sino también por una especie de equilibrio, de equilibrio interior en el trabajo”.
“Es arriesgado para el hombre cultivar un interés tan abstracto que se pierda el contacto con la realidad. El trabajo nos ayuda a permanecer en contacto con la realidad. Las manos entrelazadas del monje llevan los callos de quien empuña pala y azada”, explicó el Papa.
De este modo, el Santo Padre subrayó que el relato del Evangelio de San Lucas en el que “Jesús dice a santa Marta que lo único verdaderamente necesario es escuchar a Dios, no quiere en absoluto despreciar los muchos servicios que ella estaba realizando con tanto empeño”.
Al mismo tiempo, el Pontífice recordó el episodio de la Transfiguración para explicar que “no es sana una oración que sea ajena de la vida. Una oración que nos enajena de lo concreto de la vida se convierte en espiritualismo, o peor, ritualismo”.
“Recordemos que Jesús, después de haber mostrado a los discípulos su gloria en el monte Tabor, no quiere alargar ese momento de éxtasis, sino que baja con ellos del monte y retoma el camino cotidiano. Porque esa experiencia tenía que permanecer en los corazones como luz y fuerza de su fe. También luz y fuerza para los siguientes días duros, los de la pasión”, indicó.
Finalmente, el Santo Padre destacó que “los tiempos dedicados a estar con Dios avivan la fe, la cual nos ayuda en la concreción de la vida, y la fe, a su vez, alimenta la oración, sin interrupción” y añadió que “en esta circularidad entre fe, vida y oración, se mantiene encendido ese fuego del amor cristiano que Dios se espera de cada uno de nosotros”.
“Y repitamos la oración sencilla, que es muy bonito repetirla durante el día, veamos si todavía la recuerdan, todos juntos: ‘Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡ten piedad de mí pecador!’, otra vez, ‘Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡ten piedad de mí pecador!’ Decir esta oración, continuamente, te ayudará a la unión con Jesús”, concluyó el Papa en forma espontánea.