VATICANO (ACI Prensa) – El Papa Francisco afirmó que “la Iglesia está llamada a relanzar vigorosamente el humanismo de la vida”, en una carta enviada con ocasión del 25° aniversario de la Pontificia Academia para la Vida fundada el 11 de febrero 1994.
En la carta titulada “La comunidad humana” (humana communitas) publicada este 15 de enero, el Santo Padre asegura que “la comunidad humana ha sido el sueño de Dios desde antes de la creación del mundo”. Por ello pide “restaurar la evidencia de esta pasión de Dios por la criatura humana y su mundo”.
La misiva anticipa la próxima Asamblea General que se llevará a cabo del 25 al 27 de febrero con el tema de “Robótica. Personas, máquinas y salud” en el Aula Nueva del Sínodo.
“En nuestro tiempo, la Iglesia está llamada a relanzar vigorosamente el humanismo de la vida que surge de esta pasión de Dios por la criatura humana. El compromiso para comprender, promover y defender la vida de todo ser humano toma su impulso de este amor incondicional de Dios”, escribe el Papa. Añade que “la belleza y el atractivo del Evangelio nos muestran que el amor al prójimo no se reduce a la aplicación de unos criterios de conveniencia económica y política o a ‘algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas’”.
El Papa Francisco dijo que esta pasión ha animado la actividad de la Pontificia Academia para la Vida desde su fundación hace veinticinco años, por San Juan Pablo II, siguiendo la recomendación del siervo de Dios y gran científico Jérôme Lejeune. “Este último, claramente convencido de la profundidad y rapidez de los cambios que se producen en el ámbito biomédico, consideró oportuno sostener un compromiso más estructurado y orgánico en este frente”, subrayó.
En estos años, el Santo Padre destacó que la Academia “ha podido desarrollar iniciativas de estudio, formación e información para que quede de manifiesto que la ciencia y la técnica, puestas al servicio de la persona humana y de sus derechos fundamentales, contribuyen al bien integral del hombre y a la realización del proyecto divino de salvación”.
Por lo tanto, el Papa aseguró que “es urgente intensificar el estudio y la comparación de los efectos de esta evolución de la sociedad en un sentido tecnológico para articular una síntesis antropológica que esté a la altura de este desafío de época” y alertó que el área de su experiencia calificada “no puede limitarse, pues, a resolver problemas planteados por situaciones específicas de conflicto ético, social o legal”.
El Santo Padre señaló que “la pasión por lo humano, por toda la humanidad encuentra en este momento de la historia serias dificultades”, y denuncia que “la distancia entre la obsesión por el propio bienestar y la felicidad compartida de la humanidad se amplía hasta tal punto que da la impresión de que se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana”.
Por ello, el Papa dijo que “una nueva perspectiva ética universal, atenta a los temas de la creación y de la vida humana, es el objetivo que debemos perseguir a nivel cultural” porque “la diversidad de la vida humana es un bien absoluto, digno de ser custodiado éticamente y muy valioso para la salvaguardia de toda la creación”. “Es hora de relanzar una nueva visión de un humanismo fraterno y solidario de las personas y de los pueblos”, exhorta.
San Juan Pablo II
En su carta, el Santo Padre también destacó signos de la acción de Dios en este ámbito realizados por San Juan Pablo II, como “los gestos de acogida y defensa de la vida humana, la difusión de una sensibilidad contraria a la guerra y a la pena de muerte, así como un interés creciente por la calidad de la vida y la ecología”.
“La comunidad científica de la Pontificia Academia para la Vida ha demostrado, en sus veinticinco años de historia, cómo precisamente desde esta perspectiva puede ofrecer su alta y calificada contribución. Prueba de ello es el compromiso con la promoción y protección de la vida humana en todo su desarrollo, la denuncia del aborto y de la supresión de los enfermos como males gravísimos que contradicen el Espíritu de vida y nos hunden en la anti-cultura de la muerte”, aseguró el Papa.
El Pontífice pidió continuar en esta línea, pero “prestando atención a otros desafíos que la coyuntura contemporánea presenta para la maduración de la fe, para una comprensión más profunda de la misma y para una comunicación más adecuada a los hombres de hoy”.
“Debemos, ante todo, hacer nuestro el lenguaje y la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, incorporando el anuncio del Evangelio en la experiencia concreta, como el Concilio Vaticano II ya nos indicó con determinación. Para captar el sentido de la vida humana, la experiencia a la que se hace referencia es aquella que puede reconocerse en la dinámica de la generación. De esta manera, se evitará reducir la vida a un concepto puramente biológico o a una idea universal abstraída de las relaciones y de la historia”, subrayó.
En ese sentido, el Papa pidió a la Pontificia Academia para la Vida que “sea un lugar lleno de valentía de esta interacción y este diálogo al servicio del bien de todos. No tengan miedo de elaborar argumentos y lenguajes que puedan ser utilizados en un diálogo intercultural e interreligioso, así como interdisciplinar. Participen en la reflexión sobre los derechos humanos, que son un punto central en la búsqueda de criterios universalmente compartidos”, animó.
Asimismo, Francisco recordó que Benedicto XVI insistió mucho en la importancia de “urgir una nueva reflexión sobre los deberes que los derechos presuponen, y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario” porque hoy se da “una profunda contradicción”. “Mientras, por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y superfluo, con la pretensión de que las estructuras públicas los reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad”, entre los que el Papa Emérito denunció “la carencia de comida, agua potable, instrucción básica o cuidados sanitarios elementales”.
Al finalizar, el Papa propuso inspirarse en el testimonio de San Francisco de Asís “con su capacidad de reconocerse como hermano de todas las criaturas terrenas y celestiales”, porque “son hermosos los pies de aquellos que llevan el anuncio gozoso del amor de Dios por la vida de cada uno y de todos los habitantes de la tierra”.