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EL PAPA VISITA HOGAR COMUNAL PARA MUJERES PRESAS

By CINDY WOODEN, CATHOLIC NEWS SERVICE     3/7/2018

ROMA (CNS) — El papa Francisco pasó tiempo el 2 de marzo en un hogar comunal para mujeres presas y sus hijos, escuchando, jugando y comiendo.

Él también les dejó regalos: grandes huevos huecos de chocolate, cada uno con una sorpresa por dentro. Estos son una parte común de las celebraciones italianas de la Pascua.

El papa salió del Vaticano a eso de las 4 p.m. y sin dar notificación antes de llegar, salió a la Casa di Leda en Roma, dijo la oficina de prensa del Vaticano. El hogar comunal está en un edificio que fue confiscado de la mafia.

Casa di Leda es el primer hogar comunal en Italia para mujeres encarceladas que tienen niños menores. La oficina de prensa del Vaticano dijo que unos 4,500 niños tienen madres en prisión; unos 90,000 tienen padres encarcelados. Las leyes italianas permiten que los niños vivan con sus madres en la prisión hasta la edad de 6 años, aunque las leyes permiten el uso de arresto domiciliario o de hogares comunales para madres que tienen hijos pequeños.

La visita del papa fue parte de la iniciativa “Viernes de Misericordia”, actividades que él comenzó con el Jubileo de la Misericordia de 2015 a 2016.

Cinco madres y sus hijos viven en la Casa di Leda. Voluntarios ayudan como el personal del hogar y otras presas sentenciadas a servicio comunitario también trabajan allí.
El Vaticano dijo que después de jugar con el papa, los niños lo invitaron a una merienda.

Las madres hablaron con él sobre las oportunidades de poder criar a sus hijos en el hogar, dijo el Vaticano. Aunque hay límites en lo que pueden hacer. A ellas se les permite acompañar a sus hijos a la escuela por la mañana e ir por ellos por la tarde y tienen oportunidades de aprender habilidades que les permitirá conseguir empleo cuando sus sentencias terminen.

Lillo Di Mauro, funcionaria de la ciudad de Roma, le leyó una carta al papa Francisco describiendo los horrores a los cuales son sometidos los hijos de las presas, bien sea en la cárcel con sus madres o solo cuando las visitan: registros, incluso de su ropa interior, sus muñecos de peluche y juguetes, mientras autoridades buscan contrabando.

“Somos flores frágiles en el desierto de la burocracia y las medidas de seguridad”, decía la carta.