En el día a día, la familia de Abimelec y Leobarda Sagrero pretenden vivir con sus seis hijos como la familia de Nazaret, y por ello tienen en su hogar imágenes de La Madonna, un crucifijo, un breviario y su Biblia para mantenerse en oración constante.
“El crucifijo me enseña a ver mi realidad, a ver que aquél que quiera ser cristiano lo que le espera es la cruz”, afirma Abimelec, un inmigrante de Pátzcuaro, Michoacán. “En la cruz está la salvación, el paso de la muerte a la vida y me recuerda que Cristo murió por mí y mis pecados”.
En el camino del redescubrimiento de su bautismo, Abimelec no entendía por qué fue bautizado de pequeño.
“Mis padres profesaron su fe por mí”, dijo. “Mi bautismo no fue un símbolo; por eso debo vivirlo como hijo de Dios, con mi esposa y mi familia”.
La resurrección de este hombre de 50 años de edad inició hace tres décadas en el Camino Neocatecumenal en la Iglesia de Saint Anne.
Unidos, buscaron ayuda para evitar una separación total, a causa de sus problemas con las drogas, violencia doméstica y fornicación.
“En aquella situación salió a mi encuentro mi madre, la Iglesia”, recuerda Abimelec. “A mi esposa le gustaba ir con los Testigos de Jehová, pero en mi corazón había algo que me indicaba que mi salvación estaba en otro lado, en la única y verdadera Iglesia de Cristo, la Católica”.
Los esposos ingresaron a la comunidad de Saint Anne. Ahí sus vidas dieron un cambio radical.
“Hoy queremos vivir como la Sagrada Familia de Nazaret”, dice. “La imagen de La Madonna me recuerda que debemos mantenernos siempre en oración…también aprendí el valor de amar, respetar y venerar a la Madre de Dios”.
Los esposos concuerdan que es importante bendecir a Dios en todo momento y a su Hijo, Jesucristo, en el rezo del Santo Rosario, donde tienen sus encuentros con Dios.
“Para nosotros, el Rosario es símbolo de nuestra Iglesia y ahí vemos las bendiciones de cómo la Virgen nos cuida, dirige, enseña y cura cuando estamos enfermos”, asegura.
Al repasar los momentos más importantes del Evangelio y al meditar los Misterios del Rosario, con los Padre Nuestros y Ave Marías, poco a poco, los Sagrero van siendo transformados en imagen de Jesucristo a través del rezo del Rosario.
Allan Deck, rector de la comunidad Jesuita en la Universidad Loyola Marymount (LMU) expone que las imágenes e iconos son “muy importantes” en la vida de fe de los Católicos Hispanos.
“Representan una de las cualidades de la religión y la religiosidad latinoamericana”, dice. “Es algo que viene de la parte católica española, de la parte negra africana y la idiosincrasia local”.
Las tres corrientes son fuertes en la realidad religiosa de Latinoamérica y presentan un énfasis notable respecto a los medios por los cuales las personas se relacionan y llegan a Dios. Estas corrientes pueden ser vistas a través de las imágenes, las cosas creadas alrededor del ser humano y la belleza que se experimenta en el arte popular.
“Nuestro enfoque religioso está muy mediado”, afirma el sacerdote. “Es una forma de llegar a las cosas de Dios o experimentar la trascendencia de un poder más grande y detectar su presencia en lo que nos rodea”.
Deck añade que el enfoque del Catolicismo está íntimamente relacionado con las imágenes e iconos porque en los Sacramentos Dios viene al encuentro del hombre y el hombre encuentra a Dios por medio de algo material y visible como los sacramentales: el agua del bautismo, el pan y el vino consagrado, los santos óleos, las medallas, el rosario, etc.
“Esto es algo muy fuerte en la vida del Católico”, sostiene el Padre Deck. “Es algo que se dio en nuestros antepasados negros e indígenas”.
Generalmente, aquéllos que buscan confundir a los católicos les acusan por tener una imagen o una estatua de la Virgen María, como La Madonna que a Abimelec y Leobarda les regalaron en Italia.
“Yo la tengo en casa porque María es un modelo a seguir como madre y como ella, yo quiero dar ejemplo de obediencia a Dios en mi familia”, afirma Leobarda. “La Virgen nos invita a seguir el modelo de la Familia de Nazaret, que es también la imagen de la Iglesia”.
Ese es el mismo sentimiento que embarga a sus hijos, respecto a las imágenes sagradas que rodean sus momentos de oración en familia.
“[El crucifijo] es Cristo que dio la vida por nosotros, los pecadores”, expresa Daniel, el mayor de los varones. “Representa todo lo que él sufrió por nosotros”.