A medida que se acerca la Navidad, la Plaza de San Pedro se llena de globos, canticos y una increíble variedad de figuritas del Niño Jesús —desde figuras de plástico que podrían estar dentro de una cáscara de nuez a aquellos que son más grandes que el tamaño natural.
Para el papa Francisco, el ingrediente principal en todo esto es la alegría.
El 11 de diciembre, después de rezar el ángelus y bendecir las figuras del Niño Jesús que los niños traían de sus casas o de los nacimientos en las escuelas, el papa Francisco insistió en que el verdadero significado de la Navidad debe brindar a los cristianos un sentido profundo y permanente de alegría.
A diferencia de la “felicidad superficial” o incluso el posible vértigo de las compras, agregó que “es una alegría que toca la intimidad de nuestro ser, mientras que esperamos a Jesús, que ya ha venido a traer la salvación del mundo, el Mesías prometido, nacido en Belén de la Virgen María”.
“Dios ha entrado a la historia para liberar de la esclavitud del pecado; ha puesto su tienda en medio de nosotros para compartir nuestra existencia, sanar nuestras llagas, vendar nuestras heridas, y donarnos la vida nueva”, dijo el papa. “La alegría es el fruto de esta intervención de salvación y de amor de Dios”.
Las decoraciones y luces de Navidad, los pesebres que se colocan en los hogares del todo el mundo son signos de esa alegría, señaló el papa Francisco. Son un llamado a “acoger al Señor que siempre llega a tocar a nuestra puerta, las puertas de nuestro corazón, para acercarse a nosotros” y “nos invita a reconocer sus pasos entre los de los hermanos que pasan a nuestro lado, especialmente en los más necesitados y débiles”.
El papa Francisco pidió a los niños que recen ante el pesebre con sus padres. “Pídanle al Niño Jesús que nos ayude a amar a Dios y a nuestros vecinos”.