La oración –ya sea simple o estructurada, en la iglesia o en casa– es una conexión íntima, importante y poderosa con Dios. También es una forma de expresar que confiamos en Él.
“Nuestra fe católica se basa en la relación con Dios y con los demás”, explicó el padre Christopher Smith, rector y vicario episcopal de la Catedral de Cristo en Garden Grove. “Al igual que en una relación humana, si queremos mantener la relación viva y saludable, es necesario que haya un contacto y una comunicación continua. Eso es la oración”.
La cuarta parte del Catecismo de la Iglesia Católica está dedicado precisamente al tema de la oración, dijo Pía de Solennia, canciller de la Diócesis de Orange.
“En esencia, oramos porque necesitamos escapar de nosotros mismos y entablar una relación con Dios que es el único que puede satisfacernos”, indicó de Solenni, quien cuenta con un doctorado en Teología Sagrada de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma. “Cuando no rezamos, estamos atrapados dentro de nosotros mismos. Tal vez contemos con amigos, un terapeuta, etc., pero todos estos son seres limitados. Cuando oramos, entramos en relación con e Infinito. A medida que crecemos en oración, llegamos a conocer el rostro de Dios —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es una experiencia profundamente personal precisamente porque es una relación profundamente personal”.
Es un vínculo que se agudiza aún más en tiempos de dificultad y necesidad, y a oración se convierte en intercesión.
“La intercesión es pedirle a Dios que participe en os eventos y circunstancias de nuestras vidas”, dijo Smith. “La oración de intercesión significa que incluimos a Dios en nuestras necesidades, deseos y esperanzas que rodean lo que está sucediendo en nuestras idas o en las vidas de los otros. La oración de intercesión significa que le pedimos a Dios guía, fortaleza, perspicacia, sanación y sabiduría en nuestro nombre o en el de los demás”.
En la intercesión modelamos la oración de Jesús, que interceda ante su Padre por todos nosotros, explicó Solenni.
“El hecho de que oremos por otros y que otros oren por nosotros revela el aspecto relacional de nuestra existencia”, dijo. “No estamos solos en esto. Somos parte de una familia humana y divina”.
La oración es especialmente importante cuando estamos asustados o inseguros porque al acercarnos a Dios, estamos reconociendo que no estamos solos, indicó Smith.
“Para la mayoría de nosotros, el miedo y la incertidumbre aumentan cuando nos sentimos solos y sin recursos”, dijo. “La confianza en la presencia de dios puede ser una gran fuente de consuelo y tranquilidad. Esa presencia se reconoce cuando nos dirigimos a Dios en oración”.
Estos son los momentos en que se nos puede inducir falsamente a la desesperación y a perder la esperanza, dijo de Solenni.
“En lugar de ahogarnos en esa incertidumbre, tenemos la opción de escapar de ella a través de la oración”, dijo. “Podeos enfrentar las situaciones difíciles, pero la oración trae la paz auténtica para enfrentar cualquier tormenta porque nos conecta con la Santísima Trinidad que es Dios”.
Después de una tragedia, la oración puede ofrecer consuelo y esperanza o sanación para nosotros mismos y para los demás, dependiendo de la situación, señaló de Solenni.
Las tragedias nos obligan a darnos cuenta de que no podemos solucionar todo solos, que necesitamos a alguien más y que ese alguien tiene que ser Dios”, dijo. “Otro ser humano no es suficiente. El éxito nos hace pensar que somos autosuficientes”.
La oración también puede ayudar a las personas a ver más allá de la tragedia, dijo Smith.
“La oración no cambia un resultado trágico, pero puede ayudarnos a navegar a través del dolor y ayudar a otros a hacer los mismo”, indicó.
Smith recordó la historia del Evangelio en la que Jesús estaba durmiendo en el barco durante una terrible tormenta y los discípulos que estaban con Él se sentían aterrorizados.
“No entendían cómo podía dormir en medio de la terrible tormenta que podría hasta matarlos”, dijo Smith. “Quiso calmarlos primero al recordarles de su presencia, y eventualmente calmó el viento y el mar”.
La oración consiste en dejar que el Señor nos calme primero para que podamos enfrentar la tormenta, señaló Smith.
“Nuestra tendencia es querer que las tormentas se calmen primero, pensando que cuando a tormenta termine, estaremos tranquilos”, dijo Smith. “Para una persona de fe, es al revés. Es permitir que el Señor nos calme primero a través de la oración para estar listos para la tormenta”.