Cuando el diácono John Silberstein de la Iglesia de San Killian en Mission Viejo preparó su primera homilía oficial después de su ordenación, trató de tener en cuenta el consejo del papa Francisco.
El papa, recuerda Silbertstein, dice que los sermones deben ser de seis minutos o menos. “El papa Francisco nos ordena que nuestras homilías sean sencillas y tan cortas como sea posible”, recuerda. “No siempre es una tarea fácil encontrar la ‘perla’ o el mensaje clave en las lecturas de las Escrituras, interpretarlo, y hacer que el mensaje se pueda relacionar y aun así resumir las cosas en ese lapso de tiempo”.
Al final, su primera homilía como diácono ordenado fue bien recibida. “Mi primera homilía estaba programada para el día después de mi ordenación, y todavía estaba lleno de emociones por esa experiencia”, recuerda. “Toda mi familia —mi esposa, nuestros tres hijos, mi hermano, su esposa e hija, mi hermana y mis padres— estaban en la banca delantera cuando di mi sermón sobre cómo respondí al llamado al diaconado. Fue bastante emotivo”.
Cuando la mayoría de los diáconos — hombres laicos, a menudo casados, que son llamados a servir lado a lado con los sacerdotes en la Misa y en la comunidad después de cinco años de preparación— dan sus primeros sermones oficiales, ya han presentado 40-50 ‘reflexiones’ en las Misas dominicales de sus parroquias. Por lo tanto, la preparación y presentación de las homilías no es algo nuevo.
Como parte de su formación, estudian muchos temas diferentes, incluyendo las Escrituras, los salmos, la enseñanza social católica y la oratoria. El padre Christopher Smith, rector y vicario episcopal de la Catedral de Cristo, presenta un curso de homilética, o la aplicación de los principios generales de la retórica al arte específico de la predicación pública.
“Cada parte de nuestro entrenamiento, cada pulgada, ayuda a informar lo que hago para preparar una homilía,” anota el diácono Anthony ‘Tom’ Caso de la Iglesia de San Bonifacio en Anaheim. Caso dice que espera con interés presentar las homilías y pasa horas preparando y ensayando sus sermones.
“Hasta ahora los comentarios me dice que la gente es receptiva”, agrega. Su preparación comienza con una revisión de la primera y segunda lectura de ese domingo del Antiguo y Nuevo Testamento y el estudio de la lectura del Evangelio. Luego estudia los comentarios bíblicos sobre las lecturas.
“Con esa información burbujeando en mi cabeza, reflexiono sobre las cosas en mi corazón y veo qué dirección viene de eso”, explica. “Me pongo a escribir borradores, no para explicar el evangelio, sino para decirle a la gente cómo es relevante en sus vidas hoy en día”. Después de unos cuantos borradores le doy uno a mi esposa Therese, que es mi consejera”.
Una vez que Therese ofrece su opinión y comentarios, él termina el borrador y comienza a practicar su sermón en los días inmediatamente anteriores a la misa dominical designada.
“Debido a que enseño en una escuela de leyes, estoy acostumbrado a levantarme y hablar frente a una multitud”, señala. “He tenido gente que me dice que recuerdan cosas de mi primer sermón, lo cual es especial. Creo que el Espíritu Santo estaba hablando a través de mí”.
El diácono Richard ‘Rick’ Purpura de la Iglesia de San Norberto en Orange dice que los diáconos proveen a los feligreses con perspectivas ligeramente diferentes a las que reciben de los sacerdotes de la parroquia.
“Los sacerdotes no están casados y no tienen hijos, por lo que no tienen las experiencias familiares diarias que los diáconos típicamente tienen”, dice Purpura. “Podemos ofrecer una perspectiva familiar que es un poco diferente”.
Como muchos diáconos, dice que consideró el sacerdocio cuando estaba en la escuela secundaria, pero terminó con una carrera como ingeniero de sistemas y un matrimonio de 35 años con su esposa Karen, cinco hijos, dos nietos y otro en camino.
Varios sacerdotes le pidieron que considerara el diaconado, pero no fue hasta la tercera petición al retirarse que pudo comprometerse con la preparación requerida.
Las clases se presentan a los diáconos en entrenamiento en el Centro Pastoral de la Diócesis de Orange. Además, los hombres hacen un trabajo de práctica significativo, incluyendo como ministros de detención, haciendo trabajo social en la comunidad y visitando varios lugares, como la frontera mexicana, para obtener una educación ministerial práctica.
El diácono John Selig de la Iglesia Santo Tomás Moro en Irvine dice que dar homilías es mucho trabajo, pero que la preparación lo acerca a la palabra de Dios, profundizando su relación con Cristo.
“Esperemos que al presentar la homilía también acerque a los demás a Dios”, dice Selig. “Espero que haya algo en lo que digo donde se sientan tocados por el Espíritu Santo”.
Su preparación incluye la elaboración de un borrador de trabajo para el lunes anterior al servicio y su envío a un pequeño círculo de asesores para sus comentarios. “Hago eso porque no tengo todas las respuestas”, señala.
“Dar mi primera homilía oficial fue una experiencia poderosa”, recuerda. “Tener la oportunidad de compartir el mensaje de Dios con los feligreses e impartir su amor por ellos es todo un honor”.