Si alguien puede dormirse en sus laureles serían las escuelas católicas por todo lo que han logrado en su historia en los Estados Unidos, educando en la fe y enseñando a niños de todos los orígenes en ciudades y áreas rurales en todo el país.
Reconocer estos logros pasados por sí solos puede no ser suficiente para impulsar estas escuelas hacia el futuro, pero es un primer paso importante porque reconoce la necesidad de aprovechar —y promover — el espíritu de las primeras escuelas católicas y sus fundadores, y adaptar esa creatividad e innovación al mundo de hoy.
“El futuro de la educación católica es brillante”. Es brillante siempre y cuando nuestros educadores católicos, nuestra iglesia, nuestros líderes, tengan una mente abierta “y se aseguren de que lo que hacen, cómo enseñan y interactúan con los jóvenes sea relevante”, dijo Barbara McGraw Edmondson, directora y supervisora de programas de la Asociación Nacional de Educación Católica (NCEA).
Ella dijo que también es crucial para el futuro de las escuelas católicas que los educadores y los líderes de la iglesia comprendan y no se aparten de la cultura en la que viven los jóvenes de hoy en día.
“Tenemos que entrar directamente…y mostrarles la forma de navegar en un mundo tan complejo”, agregó.
Edmondson señaló que los líderes escolares quieren que las escuelas católicas sean lo que el papa Francisco le pidió a la Iglesia: “Ser lugares para hacer discípulos”. Y ella esperaba que evangelizaran de tal manera que los católicos y los no católicos dijeran: “Quiero eso para mi hijo. Quiero ser parte de esa comunidad porque siento que es bueno”.
Sin duda, eso fue parte de la intención de las primeras escuelas católicas: el educar, pero también educar en la fe, en los territorios de misión y luego en las ciudades tras la gran afluencia de inmigrantes católicos a fines del siglo XIX.
Las escuelas católicas también contaron con mucho apoyo. El Primer Concilio Plenario de Baltimore en 1852 instó específicamente a cada parroquia católica en el país a fundar su propia escuela, y estas escuelas, principalmente dirigidas por religiosas, florecieron. Para 1920, había 6,551 escuelas primarias católicas que enseñaban a 1.8 millones de estudiantes, y para mediados de la década de 1960, el punto máximo de la matrícula en las escuelas católicas fue de 4.5 millones de estudiantes que asistían a más de 13,000 escuelas.
Eso apenas se compara con las estadísticas de hoy en día.
Las cifras más recientes de la NCEA, para el año 2017-2018, muestran las inscripciones de las escuelas católicas en 1.8 millones de estudiantes en 6,352 escuelas católicas.
En el 2017-2018, se abrieron 16 escuelas nuevas y se consolidaron o cerraron 110, pero entre las que se cerraron figuran algunas que se consolidaron y reabrieron como nuevas entidades. La NCEA desglosa los cierres a una pérdida neta de 66 escuelas primarias y 11 escuelas secundarias. En el informe también se señala que 1,872 escuelas tienen una lista de espera para admisión.
“La tendencia no es alentadora, pero se ha equilibrado recientemente”, explicó Peter Litchka, profesor asociado de educación y director del programa de liderazgo educativo en Loyola University en Maryland.
Señaló el cambio en la demografía en los últimos años, lo que provocó el cierre de las escuelas católicas a medida que las familias se mudaron fuera de las ciudades. Pero también señaló, como muchos lo han dicho antes, que en el punto más alto de la inscripción en las escuelas católicas, el costo de asistir a estas escuelas no era tan algo, porque los profesores y el personal a menudo eran mujeres religiosas que trabajaban con salarios bajos.
“Ahora, la mayoría, sino todos, son docentes laicos”, dijo, y agregó que la matrícula refleja los salarios actuales y los beneficios de salud.
Y por eso, para muchos, es el factor decisivo porque para muchas familias es demasiado caro enviar a sus hijos a una escuela católica.
Litchka le dijo a Catholic News Service que la mayoría de las escuelas católicas ahora tienen gerentes de inscripción que ayudan a las familias a beneficiarse de los recursos disponibles de ayuda con la matrícula.
También dijo que las escuelas se están enfocando en promover lo que hacen día tras día, ser católico, lo cual es un punto de atracción sin importar de dónde vengan las personas y puede atraer a estudiantes nuevos.
En respuesta a los crecientes costos, los líderes escolares católicos enfatizan que 29 estados y el Distrito de Columbia cuentan con algún tipo de programa de becas escolares, es decir, cupones, créditos fiscales o cuentas de ahora para educación.
Las escuelas están tomando la iniciativa con algunos modelos innovadores de recaudación de fondos y matrícula escolar. Las diócesis están creando fondos de educación, y las órdenes religiosas respaldan a escuelas como Cristo Rey, que ofrece programas de estudio para complementar la matrícula.
Una parroquia en Wisconsin, San José en Hazel Green, abordó el desafío de la matrícula de los padres al anunciar planes para reestructurar significativamente la matrícula estudiantil este año; esencialmente lograron que la matrícula sea gratuita, son el 100 % del respaldo de la parroquia.
En una entrevista esta primavera con “The Visitor”, un periódico de la Diócesis de St. Cloud (Minnesota), Tom Burnford, presidente de NCEA, dijo que las escuelas católicas son responsabilidad de toda la Iglesia.
“Son un ministerio de la Iglesia de la misma manera que la Iglesia llega a los pobres. Las escuelas católicas no son solo para aquellos que las ‘utilizan’, o solo para los padres que tienen hijos en una escuela católica. Son un ministerio evangelizador de la Iglesia Católica, y con mucho éxito. Forman ciudadanos exitosos en la vida; trabajadores seculares; líderes seculares en el mundo, y también en la fe y en el servicio de la Iglesia. Entonces, las escuelas católicas pertenecen a toda la población católica”.
Además de buscar la reducción de costos, las escuelas también buscan promocionarse mejor y enfocarse en sus raíces fundamentales.
Edmondson dijo que cada año durante la convención de la NCEA, los oradores enfatizan: “Estamos apoyados sobre los hombros de los grandes”, refiriéndose a las religiosas que fundaron tantas de las escuelas católicas.
“Y realmente lo hacemos”, agregó, y señaló que es crucial para las escuelas mantener vivo los carismas de las órdenes, algo en lo que muchas escuelas están trabajando arduamente: desde enfatizar la historia de la escuela hasta incluir a los de las órdenes, incluso a los religiosos de edad avanzada, en eventos patrocinados por la escuela.
Otro aspecto clave del factor de matrículas es la necesidad de incluir a más estudiantes latinos.
Como lo expresó Edmondson: “Si queremos que nuestras escuelas prosperen, si queremos que nuestras inscripciones aumenten y no disminuyan, tenemos que involucrar a quienes conforman nuestra Iglesia hoy en día”.
Ella explicó a CNS que el compromiso de la NCEA y otras organizaciones católicas, universidades y diócesis es examinar cómo encontramos nuestro camino y cómo nos convertimos en lugar donde las familias hispanas decidan, sea lo que sea o cualesquiera que sean los obstáculos” que enviarán a sus hijos a escuelas católicas.
Como alguien que alguien que asistió a una escuela católica, envió a sus hijos allí, enseñó allí y fue superintendente de una escuela católica, Edmondson dijo que su perspectiva general de la educación católica es: “Realmente creo en ella y creo que tiene la capacidad de lograr una diferencia en el mundo”.
Ahora, como funcionaria de la NCEA que visita escuelas católicas en todo el país, sigue convencida de que “allí hay algo bueno”.
Como líder en educación católica, agregó: “quiero que esa bondad continúe creciendo”.