En los rostros alegres de las pequeñas Wendy (8), Margarita (6) y su hermano Álvaro Jr. (4) se dibuja el deseo de tener muy pronto la oportunidad de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Los tres hijos de Álvaro y Wendy Rosales, originarios de León, Nicaragua son alumnos del programa de Educación Religiosa en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe.
“Ya pronto voy a hacer mi Primera Comunión”, celebra Wendy. “¡Ya voy a recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo!”
Y en su inocencia, su hermana Margarita, nota la diferencia entre recibir en cada misa dominical la Comunión Espiritual o recibir la Eucaristía real.
“Ya no quiero pasar [en la fila] y sólo recibir la bendición”, describe la infante. “Ya no quiero ir con las manos cruzadas [en el pecho]”.
Tanto Wendy como Margarita y otros 35 niños han sido preparadas por Theresa Ávila y un grupo de voluntarios para recibir su primera Hostia Consagrada, el próximo 30 de marzo, cuando concluyan los cursos. A diferencia de otros programas de educación religiosa, en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, la presencia de al menos uno de los dos padres es requerida, a lo largo de los dos años de catequesis.
“Conforme pasa el tiempo, los padres también desarrollan su fe y conocimiento de la Iglesia”, declara Theresa. “De esa forma se involucran más en las actividades de la parroquia y cambian sus vidas”.
Ese cambio ha sido vital en la vida de Álvaro, el padre de las niñas.
“Es importante venir a la Iglesia en familia”, asegura Álvaro. “Queremos aprender más para venir a alabar a Dios con otros creyentes y ser instruidos en Su Palabra para nuestro crecimiento espiritual”.
Su esposa Wendy, también, expresa que la Eucaristía es el sacrificio mismo del Cuerpo y la Sangre de Jesús, que él mismo instituyó el Jueves Santo “la noche en que fue entregado” (1 Co 11, 23), mientras celebraba con sus Apóstoles la Última Cena.
“Las niñas ya tienen más conciencia de Dios; saben que cuando se portan mal ofenden a Dios”, expone la orgullosa madre. “Ellas saben lo que Jesucristo hizo por nosotros para perdonar nuestros pecados”.
Las enseñanzas del catecismo son supervisadas cada sábado por el padre Carlos Morales, de la Orden de los Franciscanos Conventuales (OFM) y párroco asociado de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe.
“Nuestra idea es que se trabaje con toda la familia”, dice. “Además, a los padres el tiempo que conviven con sus hijos les sirve para su propia integración”.
Durante el retiro de reconciliación que tuvieron el pasado 23 de enero, padres e hijos dejaron que la presencia de Dios los llenara y analizaron la parábola del hijo pródigo (Lc 15:11-32), que muestra al padre que perdona a un hombre dispuesto a parecer necio.
“El progenitor prepara una celebración por el hijo que exigió su herencia, la malgastó y se rodeó de la depravación”, explicó Theresa Ávila a los presentes. “Cuando pecamos, somos como el hijo y Dios es como el padre que perdona”.
En su desarrollo de la temática, expresó que, al estar debilitados por el pecado original “nos es más fácil caer en la tentación”.
“Como resultado, dañamos nuestra relación con Dios y con los demás”, expuso. “El amor y la misericordia de Dios y la gracia sanadora del sacramento de la penitencia nos salvan de la muerte espiritual y nos dan una nueva vida en el amor de Dios”.
Acto seguido, los niños respondieron a la pregunta: ¿Qué necesito que Dios me perdone en este momento? y sus padres: ¿Qué pecados “pequeños” tengo tendencia a no tomar en serio, a ignorar?
Durante el ejercicio, cada uno escribió sus experiencias y colocó con un alfiler, su hoja de papel en una cruz y “hablaron” con Dios con la oración: “Dios misericordioso y amoroso, gracias por el regalo del perdón. Ayúdame a mantenerme fiel en todo lo que me pides”.
La catequesis prosiguió con preguntas de fe profundas: ¿Qué es un pecado?, ¿Importa cuál ha sido el pecado que cometiste? ¿Por qué crees que Dios perdona nuestros pecados?
“El pecado es una ofensa a Dios”, respondió Álvaro Rosales a la coordinadora de educación religiosa. “Dios dice que los pecados nos separan de él y quiere nuestro arrepentimiento”.
Y aunque sus hijas no alcanzaron a comprender sus palabras, ambas solamente mostraron la alegría en sus rostros por el magno evento al que acudirán el próximo 30 de marzo en su iglesia.
Wendy y Margarita están ansiosas de recibir su Primera Comunión.