CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — La política como servicio al bien común y la necesidad de crear espacios donde los ciudadanos y los migrantes se reúnen y superan sus temores fueron temas que el papa Francisco reiteró repetidas veces el 30 de septiembre y el 1 de octubre.
Al llegar a Bolonia a media mañana del 1 de octubre, el papa Francisco fue directamente al “Centro Regional”, una institución gubernamental de acogida para migrantes, refugiados y solicitantes de asilo. Se le dio y llevó consigo un brazalete de identificación amarillo con su nombre y un número, justo como los que usan los refugiados y migrantes.
Apenas cuatro días después de que arrancó la campaña “Compartir el Viaje” de Caritas Internationalis para animar a los católicos a conocer a un migrante o refugiado y escuchar su historia, el papa Francisco le dijo a 1.000 personas en el centro que “muchas personas no los conocen y les temen”.
El miedo “les hace sentir que tienen el derecho a juzgar y a hacerlo tan dura y fríamente, pensando que ven claramente,” dijo el papa. “Pero no es cierto. Sólo se ve bien con la cercanía que da la misericordia”.
“De lejos, podemos decir y pensar cualquier cosa, como fácilmente se produce cuando se escriben insultos y frases terribles en internet,” dijo el papa.
Pero él les dijo: “Si miramos a nuestro prójimo sin piedad, corremos el riesgo de que Dios nos mire sin piedad.”
El papa Francisco, después de estrechar la mano con cada uno de los migrantes y los refugiados, dijo que vio “sólo tantas ganas de amistad y de ayuda”.
La integración de los recién llegados comienza con conocerse unos a otros, dijo. “El contacto con otros lleva a descubrir el ‘secreto’ que cada persona lleva consigo y también el regalo que él o ella representa.”
“Cada uno tiene su propia historia”, dijo, y “esta historia es algo sagrado. Debemos respetarla, aceptarla, y acogerla y ayudarles a avanzar”.