El Comité Ejecutivo de la Conferencia Católica de California ha publicado la siguiente declaración sobre las campañas de recolección de firmas para un referéndum que procura anular la nueva ley del suicidio asistido por un médico en California y otras iniciativas relacionadas a la notificación de los padres de familia antes de que una menor reciba un aborto, además de otra iniciativa sobre el uso de la pena de muerte:
Estimados hermanos/hermanas y amigos católicos:
Al celebrar la festividad de Cristo Rey y al prepararnos para abrir las puertas del Año Jubilar de la Misericordia, sentimos la necesidad imperiosa de compartir con ustedes – como pastores y maestros – algunas reflexiones sobre tres debates públicos interrelacionados que están en juego en nuestro Estado.
Vivimos en un tiempo cuando las relaciones dentro de nuestras familias y nuestros vecindarios están siendo desafiadas y “reinventadas” con el fin de hacer que la idea ilusoria de la autonomía personal sea el valor preeminente en la ley y en la práctica. Este énfasis sobre la identidad individual, aparte y distinta de cualquier relación social significativa, nos desconecta del apoyo de nuestras familias, nuestras comunidades e incluso de Dios.
En una época en que los californianos necesitan fomentar relaciones correctas con Dios y entre sí, tenemos leyes que promueven una interpretación distorsionada de la autonomía y de la libertad personal, rompiendo los vínculos que nos unen, perdiendo las conexiones humanas que pueden salvarnos. Los razonamientos erróneos de estas leyes nos han hecho emprender un camino de un creciente aislamiento personal e indiferencia social.
Estos tres debates continuos en California abordan esta redefinición radical del individuo y de la sociedad: un referéndum sobre la nueva ley que legaliza el suicidio asistido por un médico; iniciativas propuestas que apoyarían a las adolescentes y a los padres al requerir que se notifique a los padres de familia antes de un aborto; y una iniciativa sobre sobre si el uso de la pena de muerte es necesario y correcto en nuestro Estado.
Al iniciar el Año Jubilar de la Misericordia, donde estudiamos la misericordia y compasión de Dios para con nosotros, reflexionemos en el comentario del Papa Francisco:
“Todas las diferentes situaciones de desigualdad, pobreza e injusticia, son señales no solamente de una profunda carencia de fraternidad, sino también de la ausencia de una cultura de solidaridad. Las nuevas ideologías, caracterizadas por el individualismo desenfrenado, el egocentrismo y el consumismo materialista, debilitan los lazos sociales, alimentando esa mentalidad “desechable” que aboca al menosprecio, y al abandono de los más débiles y de las personas consideradas ‘inservibles’.” Día Mundial de la Paz, 1 de enero de 2014
El Santo Padre nos ha hecho un llamado para que cuidadosamente examinemos el tejido social de California para ver cómo, conjuntamente, entrelazamos las virtudes de la solidaridad y la caridad en nuestras vidas en el Estado Dorado.
En vez de tenderle la mano a las personas vulnerables con enfermedades terminales con los cuidados adecuados y el acompañamiento al final de su vida, la nueva ley que legaliza el suicidio asistido por un médico inculca la percepción de que las personas que se encuentran al final de su vida son una carga social innecesaria. Como hemos dicho antes – y continuaremos diciendo – esta es “una farsa de compasión”.
¿Por qué es que debemos considerar a los moribundos en medio de nosotros una carga y no una invitación para que les acompañemos amorosamente en su recorrido hacia el último momento crítico de su vida? Tendríamos que juntos atesorar los últimos momentos de esta vida, en solidaridad, cuando nos preparamos para la vida que sigue.
En el caso de la notificación de los padres de familia, los ciudadanos preocupados, por muchos años, han procurado proteger el derecho de la participación de los padres en las vidas de sus hijos durante lo que podría ser uno de los acontecimientos más vulnerables y confusos de sus jóvenes vidas. Las leyes actuales le niegan a todos los padres de familia la oportunidad de apoyar compasivamente a sus hijas, suponiendo que algunos padres no tienen la capacidad para hacerlo.
En vez de animar a una joven adolescente vulnerable a acudir a su familia durante lo que probablemente es un momento muy desesperante y aterrante, las leyes de California le convencen para que se aparte de su familia y de las personas a quienes más les importa. Estas leyes convierten a la joven en presa de las influencias de otras personas que no son las personas que la quieren. Ella se queda sola durante una decisión de vida o muerte que le afectará el resto de su vida.
Existen medidas de seguridad razonables para enfrentar cualquier amenaza trágica, que surja de su hogar, contra el bienestar de la menor. ¿Por qué es que la ley de California entonces debilita a todas las familias al negarle a los padres el desempeño de su papel en el cuidado de sus hijas?
Por último, en el caso del uso de la pena de muerte en California, en vez de procurar la sanación de las víctimas y orar por el arrepentimiento y la redención del transgresor, se nos pide que sancionemos la muerte de un ser humano más, perpetuando un ciclo de violencia y la cultura “desechable” lamentada tan frecuentemente por el Papa Francisco. Un sistema de justicia penal defectuoso engaña a las víctimas con la esperanza de que la venganza les dará la sanación y una sensación de paz emocional. Nosotros sabemos que no será así.
Todas estas cuestiones hacen que nos preguntemos como es que respetamos a la persona humana y valoramos nuestra vida en común, nuestra comunión de vida. Ninguna de estas leyes actuales fomenta la solidaridad. Ninguna de estas leyes afirma la dignidad de la persona humana ni promueve la solidaridad. Y todas ellas contradicen las enseñanzas morales y religiosas de Nuestro Seños Jesucristo.
En las próximas semanas y meses, estos tres asuntos estarán frente a nosotros en California. Posiblemente se le pida firmar peticiones para incluir estos asuntos en la boleta de noviembre del 2016. Si usted firma las peticiones, nos dará, al igual que a todos los californianos, la oportunidad para crear leyes que realmente atienden el bien común y fortalecen el tejido social de California, a la vez que enriquecen la vida de todos.
Le instamos a que estudie estos asuntos a fondo. Ore con mayor fervor. Juzgue con el corazón y la mente de Cristo. Actúe como un discípulo y ciudadano fiel. San Pablo nos recuerda que somos ciudadanos del cielo. (Filipenses 3:20) Nuestras acciones aquí en la tierra deberían ya llevar la marca de aquellos que añoran la ciudad celestial que ha de venir.
La Conferencia Católica de California es la oficina de las políticas públicas de los Obispos de California. Representando a los Arzobispos de Los Ángeles y San Francisco, y los Obispos de Fresno, Monterey, Oakland, Orange, Sacramento, San Bernardino, San Diego, San José, Santa Rosa y Stockton, es la voz oficial de los 10 millones de católicos y todas sus parroquias, escuelas, universidades, y agencias de servicios sociales en California.
Los integrantes del Comité Ejecutivo son Monseñor Jaime Soto, Obispo de Sacramento, Presidente; Monseñor Robert McElroy, Obispo de San Diego, Vice Presidente; y Monseñor Richard García, Obispo de Monterey, Tesorero.