Tanto en las grandes catedrales como en las pequeñas iglesias parroquiales del país, los fieles celebraron la Semana Nacional de la Migración del 8 al 14 de enero como una oportunidad para reconocer las contribuciones de inmigrantes, refugiados, migrantes y sobrevivientes de la trata de personas en nuestras comunidades, así como resaltar el trabajo de la Iglesia para servir y acompañar a los recién llegados.
En Los Ángeles, el Papa Francisco se sumó a esa oración con un mensaje especial por video.
“No tengan miedo”, dijo el Papa. “Llevemos las bienaventuranzas a nuestras casas y vecindarios. Y siempre escuchemos las palabras de nuestra Madre de Guadalupe a san Juan Diego: ‘No temas. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre?’ ”.
Estas palabras fueron “un excelente recordatorio de cómo la Iglesia universal nos congrega, como un solo cuerpo en Cristo, sin importar nuestra posición en la vida”, dijo el Cardenal Daniel N. DiNardo, de Galveston-Houston, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés).
“En los días y semanas que vienen, habrá un intenso debate sobre la reforma migratoria y la política de refugiados. En última instancia, la pregunta es esta: ¿Tratará nuestra nación a todos los migrantes y refugiados, sin importar su origen nacional o religión, de una manera que respete su dignidad inherente como hijos de Dios?”, declaró el Cardenal DiNardo. “El papa Francisco nos recuerda que todos somos iguales ante Dios. En igual medida, necesitamos y podemos recibir la gran misericordia de Dios. Esto es lo que nos hace hermanos y hermanas, sin importar cómo escojamos dividirnos”.
Agregó que lograr “una sola nación bajo Dios” no siempre ha sido fácil, pero cada periodo anterior de inmigración ha fortalecido en última instancia nuestra sociedad. Aquellos que buscan hacernos daño deben ser mantenidos fuera de nuestras costas, pero aquellos que huyen de la persecución necesitados de esperanza y dispuestos a ayudarnos a construir un mejor Estados Unidos deben ser bienvenidos. No debemos hundirnos en la oscuridad del aislamiento. Una reforma migratoria integral y una política humanitaria de refugiados son igualmente necesarias y posibles. Unimos nuestra voz a la del Santo Padre y la Iglesia universal en un permanente testimonio del amor que nos une, orando por fortaleza para resistir el miedo que nos divide.
La celebración de la Semana Nacional de la Migración comenzó hace más de 25 años como una manera de reflexionar sobre las muchas formas en que inmigrantes y refugiados han contribuido con nuestra iglesia y nuestra nación.
Este año, el Santo Padre y los Obispos de los Estados Unidos invitaron a crear una cultura de encuentro donde los ciudadanos viejos y nuevos, junto a los inmigrantes recientes y de hace mucho tiempo, pudieran compartir uno con el otro sus esperanzas de una vida mejor.
“Jesús, María y José conocían la vida como refugiados, así que comencemos también este encuentro dentro de nuestras propias familias”, dijo el Arzobispo Gómez de Los Ángeles. “La familia de Dios pasó por tiempos difíciles y pruebas, pero siempre tuvo confianza en Dios. Nunca se rindieron, ya que también Dios nunca se rinde a nosotros “.
DiNardo y Gómez señalaron que la migración es, más que nada, “un acto de gran esperanza”.
“Nuestros hermanos y hermanas que se ven obligados a migrar sufren separaciones familiares devastadoras y a menudo enfrentan condiciones económicas desesperantes al punto que no pueden mantener un nivel de vida muy básico”, dijeron. “Los refugiados huyen de sus países debido a guerras y persecuciones que los inspiran a arriesgarlo todo por una oportunidad de vivir en paz. Como católicos en los Estados Unidos, la mayoría de nosotros puede encontrar historias en nuestras propias familias de padres, abuelos o bisabuelos que han dejado el viejo país por un futuro prometedor en Estados Unidos”.
el drama de una madre hondureña y sus cinco hijos
Karla Patricia Boquín, una mujer hondureña de 32 años de edad buscó y encontró en Estados Unidos la tierra prometida para salvar su vida y la de sus cinco hijos.
Karla escapó de la violencia atribuida a las pandillas en su natal San Pedro Sula, donde tres de sus hermanos y su padre fueron asesinados.
“Todo ha sido una pesadilla”, dijo la mujer emigrante. “No me quedaba otra opción más que huir para salvar a mis hijos”. Ellos son Luis Gustavo (13), Christopher (9), Carlos (7), Celio (3) y Valeria de 15 meses.
Los hermanos de Karla, Rodney Javier y Carlos Antonio fueron asesinados en 2006; después su padre, Coronado Boquín Sarmiento en 2010. En 2011, su hermana Victoria Clarisa fue secuestrada y desaparecida, y en 2014 los pandilleros le quitaron la vida a su hermano José.
“Mi familia no tenía nada que ver con las pandillas”, dijo. “No éramos criminales”.
La odisea de Karla, esta madre soltera la llevó a recorrer una travesía de miles de millas, desde Honduras a Guatemala, México y Estados Unidos.
“Hubo días en que ni yo ni mis hijos comimos nada”, recordó entre lágrimas. “Tampoco teníamos agua para beber. Yo le imploré a Dios que nos protegiera. Y nos salvó la vida”.
Con la asistencia de la abogada Yanci G. Montes, una abogada experta en inmigración, Karla ha iniciado un proceso de asilo en Estados Unidos para ella y sus cinco hijos.
buscar la misericordia en los demás
Durante la Semana de la Migración, tanto el Cardenal DiNardo como el Arzobispo Gómez, exhortaron a los católicos para buscar las historias de quienes se vieron obligados a buscar la misericordia de los demás en una nueva tierra.
“Los estadounidenses tienen un gran patrimonio de dar la bienvenida al recién llegado que está dispuesto a ayudar a construir una mejor sociedad para todos”, indicó DiNardo. “En ocasiones, el miedo y la intolerancia han puesto a prueba ese patrimonio. Ya sea que emigraron de Irlanda, Italia o muchos otros países, las generaciones anteriores enfrentaron intolerancia. Gracias a Dios, nuestra nación creció más allá de esas divisiones para encontrar fuerza en la unidad y la inclusión. Hemos valorado las palabras de la escritura, no se olviden de practicar la hospitalidad, ya que, gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles.” (Hebreos 13:2).