Devolvámosle el honor a cumplir las promesas, que tienen que hacerse en plena libertad y cumplidas haciendo sacrificios, dijo el papa Francisco.
La belleza del amor y de las promesas es que son hechas en libertad, él dijo durante su audiencia general semanal del 21 de octubre en la Plaza de San Pedro. “Sin libertad no puede haber amistad, sin libertad no hay amor, sin libertad no hay matrimonio”.
El papa también oró por la intercesión del “papa de la familia”, san Juan Pablo II, cuyo memorial opcional es el 22 de octubre. Él pidió que el Sínodo de los Obispos sobre la familia “renueve en la iglesia completa el significado del valor indiscutible de la indisolubilidad del matrimonio y de las familia sanas, cimentadas en el mutuo amor entre un hombre y una mujer y la gracia divina”.
El papa dedicó su catequesis a la promesa del amor y la fidelidad entre esposos.
“La identidad de la familia está fundamentada en la promesa”, él dijo, que puede verse en la atención amorosa que en las familias se proveen los unos a los otros en enfermedad y salud, aceptando las limitaciones de cada uno y ayudándose a lograr su pleno potencial.
Es una promesa de amor que no puede quedarse encerrada en el hogar, sino que debe ampliarse para abrazar la familia extendida de uno, la comunidad y la familia humana completa, dijo el papa.
Lamentablemente, él dijo, cumplir nuestras promesas ha perdido su posición. Eso es porque, por otra parte, “un mal entendido derecho a buscar el placer personal a toda costa y en cualquier relación es exaltado como un principio no negociable de la libertad”, él dijo.
Por otro lado, la gente “confía los lazos de las relaciones de la vida y el compromiso con el bien común exclusivamente a los requisitos de la ley”, él dijo.
Pero en realidad, él dijo, nadie quiere ser amado por razones egoístas o por compulsión.
“El amor, como la amistad, le deben su fuerza y belleza a este hecho: que ambos generan lazos sin remover la libertad”.
“La libertad y la fidelidad no son opuestos entre sí, en vez, se apoyan entre sí” según la gente crece en la “libre obediencia a su palabra”, él dijo.
No hay mejor lugar que el matrimonio y la familia para enseñar la belleza y la fortaleza de cumplir las promesas. “Si miramos su belleza audaz nos intimida, pero si rechazamos su valiente tenacidad estamos perdidos”, dijo el papa.
Pero esta “obra maestra” y “milagro” de ser fiel a nuestra palabra tiene que ser un deseo sincero muy enraizado en el corazón y alma de uno, porque las promesas “no pueden comprarse ni venderse, no pueden obligarse con fuerza pero tampoco pueden ser salvaguardadas sin sacrificio”, él dijo.
“Es necesario devolverle el honor social a la fidelidad del amor”, él dijo, así como traer a la luz los milagros escondidos de los millones de hombres y mujeres que están edificando y reedificando sus familias y promesas todos los días.
San Pablo dice que el amor que cimienta la familia apunta al lazo de amor entre Cristo y la iglesia, dijo el papa. Eso significa, él dijo, que la propia iglesia puede encontrar en la familia “una bendición a ser salvaguardada” y siempre algo que aprender, aun antes que intente enseñarle o aplicarle la disciplina eclesiástica.
“El amor por la familia humana, para bien o para mal, es un punto de honor para la iglesia”, él dijo.
El papa le pidió a Dios bendecir el trabajo del Sínodo de los Obispos que se ha reunido para discutir, “con fidelidad creativa”, la vocación y misión de la familia.
Él pidió oraciones para que la iglesia “sostenga y fortalezca la promesa de la familia” con una “confianza constante en ese amor fiel por el cual el Señor cumple todas sus promesas”.