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SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES DE MÍ?

EL PADRE EFRAÍN FLORES DICE QUE LA ORACIÓN NO ES SIMPLEMENTE UN INTERCAMBIO DE PALABRAS, SINO QUE INVOLUCRA A TODA LA PERSONA EN RELACIÓN CON LA SANTÍSIMA TRINIDAD

By JORGE LUIS MACÍAS     5/9/2017

En el misterio de la fe que la Iglesia profesa en el Credo y celebra en la Liturgia sacramental, para que la vida de los fieles se conforme con Cristo en el Espíritu Santo para gloria de Dios Padre, este misterio exige que los files crean en Él, lo celebren y vivan en Él en una relación viva con Dios vivo y verdadero. A esta relación se le llama oración.

Así lo expresó el padre Efraín Flores, consejero espiritual de la Renovación Carismática de la Diócesis de Orange, durante un taller de oración en la parroquia de San José, en Santa Ana, donde citó a San Juan Damasceno: “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición de bienes convenientes”.

“Dios nos invita a entrar en una relación con él que es a la vez personal y se vive en comunidad”, dijo. “Él nos habla a través de su hijo, Jesucristo, la Palabra hecha carne. La oración es nuestra respuesta a Dios quien nos habla o, mejor aún, se revela él mismo a nosotros”.

Por lo tanto, aseguró el padre Flores, la oración no es simplemente un intercambio de palabras, sino que involucra todo el ser de la persona en una relación con Dios Padre, a través de su Hijo, y en el Espíritu Santo.

El Padre Flores comentó que en el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2623 – 2649) se encuentran varias formas de oración que incluyen la oración de bendición o de adoración, la oración de petición, la oración de intercesión, la oración de acción de gracias y la oración de alabanza.

Respecto de la meditación, indicó que esta es una práctica cristiana de oración que data desde la época de la iglesia primitiva.

“El Catecismo indica que la meditación es sobre todo una búsqueda”, señaló. “El espíritu trata de comprender el por qué y el cómo de la vida cristiana, para adherirse y responder a lo que el Señor pide”.

Manifestó que, meditando en los evangelios, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos, los escritos de los Padres espirituales o el “gran libro de la creación”, hacemos lo que es de Dios.

“Según sean la humildad y la fe, se descubren los movimientos que agitan el corazón y se les puede discernir. Se trata de hacer la verdad para llegar a la luz: “Señor, ¿qué quieres que haga?”. (CIC 2705-2706).

La meditación es una forma esencial de oración cristiana, especialmente para aquellos que están intentando contestar a la pregunta vocacional: “Señor, ¿Qué quieres de mí?”.

Respecto de la meditación en la Sagrada Escritura, el padre Flores expuso que la lectura espiritual de las Sagradas Escrituras, especialmente en los evangelios, es una forma importante de meditación. Esta lectura tradicionalmente se llama Lectio divina o Lectura Divina. La Lectio Divina es oración basada en las Escrituras.

Pero, ¿cómo podemos orar sobre las Sagradas Escrituras?

El primer elemento de este tipo de oración es la lectura (lectio): se toma un breve pasaje de la Biblia, de preferencia un pasaje del Evangelio y se lee cuidadosamente, tal vez tres o cuatro veces; deja que la lectura realmente se profundice en ti.

El segundo elemento es la meditación (meditatio). A través del uso de tu imaginación vive la escena bíblica con el fin de “ver” la escena, a las personas y cómo se desarrolla la acción. Es a través de este proceso de mediación que descubrirás el texto y su significado en tu vida.

El siguiente elemento es la oración (oratio) o tu respuesta personal al texto: pidiendo gracias, ofreciendo alabanzas o acción de gracias y buscando la curación o el perdón. En este compromiso de oración con el texto, se abre el ser de la persona o la posibilidad de la contemplación.

La contemplación (contemplatio) es una mirada dirigida hacia Cristo y a las cosas de Dios. A través de la acción de Dios, tú recibes la gracia para sobrepasar la meditación y llegar a un estado de ver o experimentar el texto como misterio y realidad. En la contemplación entras en un contacto íntimo con Uno que está detrás y más allá del texto: Dios.

“Orar es estar a los pies de Jesús, meditar en Él y escucharlo a Él”, dijo María Vázquez, feligrés de la Iglesia St. Columban de Garden Grove. “Pero la oración sin obras no es completa; hay que trabajar y orar por la salvación de las almas”.

La mujer, oriunda de Zacatecas dijo que la mejor forma de orar es cuando dobla las rodillas y, en una actitud de humildad, se despoja delante de Dios de cualquier indicio de orgullo y soberbia.

“La mejor para orar es estar frente al Santísimo”, dijo. “Hablar con el silencio del alma es lo mejor para dos almas que se aman: Dios y yo”.