Imagínese que su hija conozca al hombre perfecto, un hombre brillante, amistoso, centrado, y que claramente la ama más que a nada ni nadie. Se casan; disfrutan de carreras profesionales exitosas, y finalmente deciden comprar su primera casa.
En una tarde cualquiera, recibe la llamada: “¡Mamá y papá…estamos esperando nuestro primer hijo(a)!”
Si esto fuera un guion, sus vidas se representarían en un montaje cinematográfico a la velocidad de un rayo y mostraría el paso de, por ejemplo, cinco años. Entonces avanzaría a una nueva escena: su hija y yerno son ahora los orgullosos padres de una niña alegra y sana, a punto de comenzar el kínder.
La pequeña Julie nunca tuvo un bautizo, pero no hay que preocuparse por eso. Para los católicos, aunque usted y su cónyuge siempre han estado comprometidos como católicos y que viven en una comunidad fuerte de fe, la vida fue bastante agitada cuando los chicos estaban pequeños: con niños pequeños, trabajos estresantes, una casa que necesitaba reparaciones constantes y…
…Y aparentemente de la nada (la señal para los violines), se entera que los jóvenes padres ya no se consideran católicos. La otra noticia —y es realmente asombrosa: no siguen ninguna religión.
¿Qué le puede decir a ellos, ustedes los abuelos, que no estalle como una bomba? ¿Qué puede hacer que no debilite su relación con ellos y, por lo tanto, con sus nietos?
Si ésta interrogante pareciera aplicarse únicamente a los abuelos, entienda que la mayoría de nosotros estaremos presumiendo de los hijos de nuestros hijos. El escenario que se muestra aquí, aunque pareciera extremo, es bastante común en una sociedad que es cada vez más secular con cada año que pasa.
Convertirse en abuelo no es simplemente otro capítulo en su vida. Es una vocación divina. Como los padres que son bendecidos con un enlace, concebido por Dios, con sus hijos, los abuelos tienen una afinidad natural por sus nietos.
Su relación con sus propios hijos puede haber sido como el guion de “Papá sabelotodo”, o pudo haber tenido su buena dosis de “borrón y cuenta nueva” a lo largo de la historia. De cualquier manera, no pierda la oportunidad de ayudar a criar a un niño que puede vivir una vida de fe y alegría.
Las actitudes acerca de la crianza de los niños evolucionan de una generación a la siguiente, y puede ser que usted opine que sus hijos deberían hacer las cosas diferentes con sus hijos. Sin embargo, recuerde siempre de respetar los deseos de los jóvenes padres (los problemas más graves, como la seguridad, son excepciones). Comuníquese abiertamente y con frecuencia, y asegúrese de que todos estén enviando el mismo mensaje.
“Los padres son los primeros maestros de sus hijos, y el objetivo siempre debe ser el respetarlos”, dice Shirl Giacomi, canciller de la Diócesis de Orange, el cargo más alto que puede ocupar un laico, y abuela de seis. “Es más fácil decirlo que hacerlo”.
Siga las normas y reglas de los padres, incluso si no está de acuerdo. Ellos son los que están a cargo; no se convierta en el pasajero molesto que quiere dictar al chofer cómo manejar. El ofrecer consejos no solicitados puede ser visto como una interferencia en la unión, bendecida por Dios, con los padres. Así que permita que sus hijos sean ellos mismos, y que aprendan de sus errores.
Apoye a sus nietos al unirse a sus padres y ayudarlos a cumplir tres necesidades fundamentales: un amor seguro: haciéndoles saber que usted los acepta incondicionalmente y al brindarles todo el afecto posible; un propósito significativo: mediante la afirmación regular, aplaudiendo sus logros y fomentando el trabajo arduo para superar los retos; y un fuerte sentido de esperanza: ayudándoles a entender sus capacidades naturales y reconocer que la máxima esperanza se puede encontrar en nuestra relación con Dios.
La mejor manera de hacer esto: Predique con ejemplo.
“Con mis seis nietos, trato de mostrar mi interés en todo lo que hacen: sus estudios, los amigos, los deportes y la música”, indica Giacomi. “Los nietos son realmente un regalo de Dios. Puede amarlos incondicionalmente sin tener que preocuparse de todas las pequeñas cosas”.
Usted puede ayudar a sus hijos al darle a sus nietos toda su atención, ayudando con los deberes de los padres, ofreciendo consejos constructivos cuando lo soliciten y ayudándolos económicamente cuando sea necesario. Base su relación con sus hijos y nietos en la relación entre Dios y usted. Esto se aplica a todos los aspectos de la fe.
“Es mucho más fácil respaldar el mensaje de fe de los padres jóvenes, si es que existe”, dice Giacomi.
¿Pero qué sucede si eso es lo que falta? Qué puede hacer si sus hijos no están guiando a sus nietos por el camino espiritual correcto —o en el peor de los casos, que no exista ese camino.
“Siempre guie con el ejemplo”, aconseja Giacomi. “Cuando sus nietos se queden en su casa, diga una oración antes de las comidas. Rece antes de dormir. Muestre la corona de Adviento y explíqueles qué es el Adviento. Lea historias religiosas, apropiadas a su edad. El aprender acerca de nuestra fe debe ser divertido y no aburrido”.
Si se entera que sus nietos vivirán en un hogar completamente ausente de Dios, Giacomi hace hincapié en que debemos confiar en Él.
“Si sus hijos han decidido rechazar lo que usted aprecia tanto, siga amándolos, a pesar de lo difícil que esto pueda ser. Nada de lo que usted diga podrá cambiarlos a ellos. Y si usted discute, pueda ser que ellos se obstinen más con sus posiciones. Sin embargo, su aceptación y acciones de amor dejarán entrever el amor que Dios tiene para ellos.
“Ore por ellos”, dice Giacomi. “Y recuerde, nosotros no somos Dios. Haga lo que pueda, con amor, y déjele el resto a Dios”.