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SER CATÓLICOS

POR QUÉ AGRADEZCO A MIS DOCE AÑOS DE EDUCACIÓN ESCOLAR CATÓLICA

By CATHI DOUGLAS     2/11/2019

Al recordar mi educación católica, lo que siento es distinto a lo que se podría esperar; definitivamente difieren de las opiniones de excatólicos agotados y de los comediantes. Atesoro mis experiencias durante mi aprendizaje católico.

Asistir a la Preparatoria Marywood de 1972 a 1976 fue lo más destacado, pero mis ocho años en la Escuela de la Sagrada Familia me centraron en la fe y me enseñaron lo que realmente significa ser católico. De hecho, los doce años de clases de religión y catecismo ⎯y la misa entre semana⎯ lograron que me consagrara al catolicismo de por vida.

Los maestros de la Sagrada Familia despertaron en mí el amor por la lectura y la escritura, y me ayudaron a guiar mi larga y exitosa carrera como periodista, escritora, editora y propietaria de una pequeña empresa.

Es cierto que durante gran parte de mi tiempo en la Sagrada Familia me sentía miserable, al menos en las relaciones sociales. Aunque me encantaba la escuela y casi siempre tuve notas sobresalientes, era diferente: tímida, torpe, insegura y poco popular, y nada atlética.

Una de las razones principales por la que me sentía tan sola es que mis compañeros y yo estuvimos juntos durante ocho largos años. Los grupos de amigos se formaron en el primer grado, y so no eras parte del “grupo popular” a los 7 años, nunca lo serías.

El cambio a la escuela preparatoria me dio la oportunidad de reinventarme. Decidí ser más amigable, más sociable e involucrarme en actividades extracurriculares; en resumen, ser popular.

La decisión de cambiar de escuela a Marywood, una escuela para niñas ya desaparecida en Orange y operada por las Hermanas de la Providencia, fue una de las decisiones más trascendentales de mi vida. Los cuatro años que asistí a Marywood fueron de los más significativos, positivos e idílicos de mi vida.

Hasta el día de hoy, un grupo de ocho exalumnas de la promoción de 1976 nos reunimos cada primavera para disfrutar juntas de un fin de semana entre amigas. Cuarenta y tres años después de la graduación, seguimos como las mejores de las amigas, a pesar de los desafíos geográficos y de nuestras personalidades, estilos de vida y diferencias económicas.

Disfrutamos de una amistad verdaderamente especial, aunque nos vemos con poca frecuencia. Hay algo maravilloso en nuestra relación ⎯nos queremos mucho por haber compartido momentos de gran significado y muchas emociones. Recordamos lo mucho que nos divertimos, las muchas lecciones que aprendimos, la intensidad de nuestros estudios, la dedicación de nuestros maestros y mucho más.

Debido a que las hermanas fomentaron en todas nosotras un profundo compromiso con el aprendizaje y el conocimiento interno de nuestra fuerza, pensadoras independientes, ingresamos a la universidad con confianza, decididas a convertirnos en líderes en nuestros campos de estudio. Nunca escuchamos nada parecido al: “no puedes hacer eso; eres mujer”.

Cuando recuerdo mis experiencias en Marywood, mi esposo no puede comprenderme. Él recuerda la preparatoria como una prueba y tiene pocos buenos recuerdos. Su apatía hacia su preparatoria y sus compañeros de promoción es un marcado contraste con mi increíble entusiasmo por Marywood y mis compañeras ‘Sprites’.

Mis padres se sacrificaron para poder enviarme a una escuela privada durante todos esos años, pero sé que su inversión valió la pena. Mi educación católica creó lo que soy hoy, formó a todas mis amigas en Marywood e influyó enormemente en lo que contribuimos a este mundo.