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TODO ES POSIBLE PARA EL QUE CREE

LAS ORACIONES DE UNOS PADRES SALVAN DE LAS DROGAS Y EL ALCOHOL A SU HIJO JOSÉ ÁLVAREZ, QUIEN AHORA ES UN PREDICADOR CATÓLICO

By JORGE LUIS MACÍAS     10/17/2017

Por algún tiempo de su vida, José Álvarez, soltero, y padre de una niña, anduvo metido en asuntos de drogas y alcoholismo, hasta que un día su madre le reveló que había tenido una visión: que él hablaría y atraería a muchos jóvenes hacia Dios.

En aquella conversación, su madre hasta le mencionó que tendría un abogado: San Francisco de Asís.

José, un predicador católico de 43 años, afirma que Dios ha hecho grandes cosas en su vida.

Todo lo relaciona al ejemplo de sus padres, quienes acudían asiduamente a un grupo de oración.

Ellos adquirían la sabiduría de Dios y perseveraban en su camino, aunque José anduviera en malos pasos.

“Ahí está el ejemplo de dos personas que están siguiendo al Señor”, declaró frente a unas 2,000 personas que acudieron al Congreso Anual de la Renovación Carismática, el 16 de septiembre, en el Centro de Convenciones de Anaheim.

José se dejó moldear y Dios hizo su obra en su vida.

“El hombre fue creado para tener una relación de amistad con Dios, consigo mismo y con otros”, dijo, e hizo alusión al llamado de Dios a Adán y Eva, y a la intervención del demonio.

“La serpiente es el animal más astuto cuando quiere atacar”, expresó. “Y el demonio lo hace para apartar a los hijos de Dios y conducirlos al pecado”.

Desde niño, él aprendió que el alcoholismo no es como tomar una soda. Su tío Enrique le dio una “probadita”. Tenía 12 años cuando experimentó su primera borrachera.

Aunque el sabor del vino le era amargo, José ya había dado el primer paso hacia su perdición.

“Para muchos, su dios es el dinero, el alcoholismo, el trabajo, las drogas, la pornografía, etc.”, expresó.

“Nada de eso es verdad, son dioses falsos que solo llevan al ser humano a la degradación y a la destrucción total”.

Por lo anterior, acudió a la Palabra de Dios: “…Porque yo, Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso. Yo pido cuentas a hijos, nietos y biznietos por la maldad de sus padres que no me quisieron. Pero me muestro favorable hasta mil generaciones con los que me aman y observan mis mandamientos”. (Éxodo 20: 5-6).

Pero el negro futuro que le esperaba a José comenzó a romperse. La oración de sus progenitores rompió con las cadenas que lo ataban a él al pecado y a los vicios.

“Imagínense, mi papá alcohólico y yo marihuano”, declaró. “Pero Dios se mostró favorable para mí. Él me amaba”.

El predicador hizo alusión a las últimas instrucciones del rey David, “… Me voy por el camino de todo el mundo, muéstrate valiente y sé un hombre… De ese modo te irá bien en todo lo que hagas y Yahvé mantendrá la palabra que me dijo: ‘Si tus hijos vigilan su comportamiento, si caminan delante de mí sinceramente con todo su corazón y con toda su alma, tendrás siempre un descendiente en el trono de Israel’ ”. (1 Reyes 2: 1-4).

“Estas palabras nos indican que muchos líderes laicos, sacerdotes, monjes y monjas tenemos que orar mucho delante del Santísimo, rezar el rosario y cuando vigilamos nuestro comportamiento, llenarnos de Dios para recibir su protección permanente”, dijo.

Por lo tanto, José Álvarez está eternamente agradecido a sus padres, Mercedes y José, por su perseverancia en la oración hasta que Dios le permitió su conversión

Sus progenitores visitaban a los presos en las cárceles y estaban involucrados en grupos de oración.

Dios le mostraba el camino a la felicidad, pero él no quería ver la realidad de su vida…prefería las bebidas alcohólicas, la droga y la pornografía.

Pero ahora entiende el mensaje de Cristo que lleva a los jóvenes, para que no caigan en las redes de los vicios.

Busca hacer de su vida la búsqueda del reino de Dios y obtener su justicia divina, a sabiendas que todo vendrá por añadidura.

Además, se identifica con Bartimeo, un mendigo ciego que estaba sentado junto al camino de Jericó, el cual, cuando se enteró de que era Jesús de Nazaret quien pasaba, se puso a gritar: “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí! …”.

“Jesús le arrojó su manto, Bartimeo se levantó rápidamente y se acercó a él. Jesús dirigiéndose a él, le dijo: ‘¿Qué quieres que haga por ti?’ El ciego le contestó: ‘Maestro, que recupere la vista’. Jesús le dijo: ‘Vete, tu fe te ha salvado’…” (Marcos 10, 46–52).

“Yo no hubiera clamado al Señor si mi corazón no estuviera abierto a Él”, concluyó. “Porque todo es posible para el que cree… hay que decirle a él, creo, pero ¡ayúdame!”.