Sería interesante si cada oficina diocesana de liturgia siguiera el ejemplo cada año de la Academia de las Artes y las Ciencias y premiará con un Oscar a las parroquias de alto rendimiento en las áreas de predicación, participación y música.
El mejor predicador, el que mejor preside la misa, la congregación con mejor participación y la mejor música de liturgia en cada una de las diócesis merecen un reconocimiento, y al reconocer lo mejor, la sede diocesana podría alentar a otras parroquias a mejorar.
La mejora gradual en todos los ámbitos en todas las diócesis lograría que el culto de fin de semana fuera más atractivo para los feligreses que se han alejado de sus parroquias. Seguro no habría ninguna dificultad para elegir o diseñar la estatuilla apropiada para acompañar el reconocimiento. Y, en lugar de llamarlo un Oscar, el premio en este caso podría ser nombrado en honor a un santo o un gesto litúrgico común, elemento o acontecimiento del conocimiento de todos. Algo así como un incensario o un reclinatorio.
Si ya existe creatividad en las oficinas diocesanas, encargadas de la promoción de la buena liturgia, no debería ser difícil de establecer las normas y seleccionar jueces para este santo concurso. Todas las parroquias tendrían que ser visitadas en el transcurso de un año por los jueces que llegarían solo a ayudar, y no a supervisar o castigar.
Una mejora notable en la calidad de la liturgia sería probablemente el resultado. Y también habría una probabilidad que una reproducción positiva se viera en los seminarios donde los futuros contendientes de este reconocimiento estarían en formación.
Si, por ejemplo, la liturgia del domingo a las 11 de la mañana en una parroquia determinada recibiera el reconocimiento, es probable que atraiga visitantes, los asistentes regulares se quedarían y los jóvenes que se sienten desconectados podrían motivarse a echar un vistazo para enterarse de lo que está pasando en la parroquia. ¿Y no es esto exactamente lo que cualquier parroquia busca?
Si algo parecido a esto ocurriera, sin embargo, el pastor y el personal de la parroquia tendrían que prestar más atención a lo que realmente sucede los fines de semana en las parroquias donde la comunidad de fe busca su liderazgo. Podrían aprovechar esto como una oportunidad para involucrar a los jóvenes en la planificación y preparación de las liturgias. Podrían invitar a los feligreses profesionales con experiencia para ayudar a evaluar la calidad de la predicación, quien preside la liturgia, la participación y la música de liturgia de la parroquia.
El resultado solo podría ser positivo en una iniciativa como esta. No será posible, sin embargo, sin el liderazgo diocesano y la amplia cooperación de las personas en las bancas que, sospecho, están a la espera de que suceda algo como esto.