WASHINGTON (CNS) — Fue el 22 de agosto cuando el presidente Bill Clinton firmó la Ley de Reconciliación de la Responsabilidad Personal y Oportunidad de Trabajo, conocida abreviadamente como la reforma del programa de bienestar social. Clinton había hecho campaña para la presidencia en 1992 con un compromiso con “terminar el programa de bienestar social como lo conocemos”, pero había vetado dos proyectos legislativos previos que consideró demasiado severos.
El tercer intento proveniente de un Congreso liderado por republicanos contenía elementos que a él no le gustaban, aun después de negociaciones secretas con el portavoz de la Cámara Newt Gingrich, pero lo firmó en vez de arriesgar su intento de reelección.
La ley de 1996 colocó los fondos del programa de bienestar social en bloques de concesiones para que los estados los distribuyeran como lo consideraran más adecuado. Michigan usa parte del dinero para becas y Texas usa parte para hogares sustitutos, según H. Luke Shaefer, profesor de la universidad de Michigan y coautor de “$2.00 a Day: Living on Almost Nothing in America”.
Los estados instalaron como requisito que sus beneficiarios del programa de bienestar social buscaran empleo o se inscribieran en programas de entrenamiento laboral y colocaron un límite de cuánto tiempo los beneficiarios podrían recibir ayuda. En el 2010 Arizona redujo de 60 a 36 meses el tiempo en que una persona podría recibir los beneficios del programa de bienestar social. Entre el 2006 y el 2014 las listas estatales se redujeron por casi dos tercios, según el Centro para Prioridades de Presupuesto y Políticas.
Los efectos más severos de la reforma del programa de bienestar social fueron inicialmente atemperados por la bonanza económica que recortó significativamente los niveles del desempleo y vio el gobierno federal teniendo superávits presupuestarios.
Habiendo pasado 20 años, un inestable descenso económico influenciado por el 9-11 y una Gran Recesión más tarde, ¿cuán exitosa ha sido la reforma del programa de bienestar social?
Como con cualquier asunto social problemático, eso depende de a quién uno escuche.
Durante un foro del 16 de agosto del grupo Heritage Foundation en Washington sobre los efectos de la reforma del programa de bienestar social, un panel de tres personas declaró que funcionó bien, con algunas sugerencias de que es tiempo de que otros programas federales de transferencia de dinero en efectivo pasen por la misma reforma que el programa de bienestar social.
Señalando que el programa principal de transferencia de dinero en efectivo del programa de bienestar social es llamado Asistencia Temporal para Familias Necesitadas (TANF) — su nombre anterior era Ayuda a Familias con Hijos Dependientes — Robert Rector, principal miembro de investigación de la fundación Heritage, dijo: “El programa de bienestar social aparenta haber puesto a padres solteros en situaciones mejores que las del resto de la población”, añadiendo que los índices de pobreza han aumentado durante las últimas dos décadas para hogares que no tienen niños”.
Rector discrepó de la premisa del libro de Shaefer que afirma que 1.65 millones de estadounidenses están viviendo con $2 diarios. La pobreza extrema se define como viviendo con una décima parte del nivel oficial de la pobreza de $19,000 anuales para una familia de tres.
Al examinar aquellos que viven en extrema pobreza, él dijo: “El 86 por ciento de la población tiene aire acondicionado en sus casas o apartamentos, dos tercios tiene computadora, el 90 por ciento tiene teléfono móvil y el 88 por ciento tiene un DVD” o dispositivo similar.
“Si uno le pregunta a estas familias que supuestamente subsisten con menos de $2 diarios, si uno le pregunta si durante los pasados cuatro meses no tuvieron suficiente alimento que comer, el 1 por ciento diría que sí. Solamente el 1 por ciento fue desalojado de su casa durante el pasado año. … El 18 por ciento dijo que a veces no tuvo suficiente alimento que comer. El 90 por ciento dijo tener suficiente. Al 25 por ciento que le gustaría tener mejor alimento, pero tuvo suficiente que comer”, dijo Rector.
“Estamos gastando más que nunca en los que están en el fondo”, dijo Bruce Meyer, profesor en la escuela Harris de estudios de Política Pública de la universidad de Chicago, durante el foro.
Meyer citó un gran aumento en los beneficios del Programa de Ayuda Suplementaria de Nutrición (SNAP) en comparación con el anterior programa de estampillas de alimentos, la duplicación de los beneficios de Seguridad de Ingreso Suplementario, el crédito contributivo por ingresos devengados y de los gastos del Programa de Seguro Médico para Niños, así como cuadruplicación en los beneficios del seguro de desempleo.
Lo que hace más difícil determinar si los beneficiarios del programa de bienestar social están mejor que antes es que “la gente ya no quiere reportar su ingreso en encuestas sobre los hogares”, dijo Meyer. En las encuestas de la Oficina del Censo, él dijo, “el 63 por ciento de los beneficiarios del TANF y de ayuda en general no dice cuánto recibe. … El 61 por ciento de los que reciben ingreso de pensiones no reportan eso”, así como el 63 por ciento de los que reciben beneficios del SNAP.
Robert Doar, excomisionado del programa de bienestar social en la Ciudad de Nueva York, dijo que durante una reunión de mesa redonda en Nueva York sobre cómo los pobres de la ciudad podrían manejar la Gran Recesión él señaló que “la gente busca ayuda para las necesidades que tienen en ese momento. Toma mucho tiempo tener que recurrir al programa de dinero en efectivo del programa de bienestar social. … TANF es la última parada del autobús y en muchos casos en necesaria porque otros programas se apuran con ayuda en su estela”.
Doar dijo: “Los verdaderos héroes en la historia de la reforma del programa de bienestar social de 1996 fueron los beneficiarios, los propios solicitantes. Ellos hicieron lo que la gente creía que no podían hacer. … Ellos respondieron al reto”.
Siendo ahora miembro en estudios sobre la pobreza en el American Enterprise Institute, Doar dijo que nadie debería pensar que los beneficiarios del programa de bienestar social están “viviendo de la generosidad del gobierno”. No obstante, la noción de que hay “mamás desconectadas” intentando encontrar sustento para sus hijos “simplemente no es cierto. Cada una de las mamás desconectadas está en SNAP. A cada una de ellas se le da una tarjeta con la cual pueden comprar comestibles”.
Él criticó añadirle un “escenario del peor de los casos” a los planes de reducción de la pobreza. “Uno obtendrá que más personas aprovechen este programa”, dijo Doar, “y todos los beneficios de introducir un programa basado en trabajo desaparecerán”.
Los programas basados en trabajo no son lo que se dice que son, según Alana Semuels, escritora para la revista The Atlantic. En su propia retrospección publicada en abril sobre el aniversario 20 de la ley, ella dijo que Arkansas impuso un requisito laboral para recibir beneficios y si no se puede encontrar empleo en un estado que tiene 5.7 por ciento de desempleo, entonces ser voluntario es una alternativa. “Encontrar un lugar para ser voluntario podría ser muy difícil para aquellos que no tienen teléfono, dirección postal o vestimenta de trabajo”, ella escribió.
El entrenamiento laboral no es panacea tampoco, añadió Semuels. Los programas de entrenamiento laboral que en muchos casos el gobierno hace disponibles solamente duran unas cuantas semanas, las cuales no preparan a las personas para empleos de clase media y ciertamente no compensan por años de educación básica. Y es casi imposible que personas pobres puedan asistir a entrenamiento más largo, mucho menos a una universidad de cuatro años, porque necesitan estar haciendo algo para ganar dinero”.