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“EN EL TERCER DÍA…”

EXISTEN MUCHOS ARGUMENTOS TEOLÓGICOS QUE RESPALDAN LA RESURRECCIÓN, PERO EL MÁS CONVINCENTE ES LA FE

By MEG WATERS     4/18/2017

Imagínese a los 11 Apóstoles, en una noche fría de primavera, fugitivos y apiñados, con miedo a quedarse y con miedo a salir. Parecía una eternidad desde el momento que compartieron la cena de Pascua con Jesús. Y ahora ha muerto —entregado a una crucifixión espantosa por los propios sumo sacerdotes, de la mano de los conquistadores y opresores romanos. A la mañana siguiente, las mujeres saldrían antes del amanecer al sepulcro fuertemente custodiado, con la esperanza de conseguir permiso, de alguna manera, para llevar a cabo el ritual de la unción. Todas sus esperanzas y sueños sobre el Mesías parecían haberse enterrado en ese sepulcro oscuro y frío.

Y de pronto, cambió el mundo. De pie ante el sepulcro abierto y vacío, las mujeres fueron las primeras testigos de la promesa cumplida en los albores de la humanidad por el único Dios Todopoderoso. La verdad de ese momento es fundamental para la fe cristiana. Como dice Pablo en 1 Corintios 15-17: “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”. San Pablo, con el presentimiento que los Corintios, y ni hablar de las generaciones futuras, podrían necesitar más pruebas, afirmó que Jesús resucitado se les apareció a 500 hermanos, Cefas (San Pedro), San Juan y, eventualmente, San Pablo. Otros relatos citan muchas apariciones en los siguientes 40 días.

Sin embargo, dos mil años después, ¿cómo podemos determinar empíricamente que la piedra angular de nuestra fe es, de hecho, verdad? Acaso, ¿los Apóstoles ocultaron el cuerpo de Jesús y se inventaron la historia de la Resurrección con el fin de iniciar una religión nueva? O tal vez fue solo una resurrección “simbólica” en espíritu, ¿un caso de histeria colectiva o una alucinación?

El primer paso para evaluar las teorías de conspiración es el estudiar el contexto histórico y los graves problemas que los apóstoles tenían con el Templo y los romanos. Había una razón por la que Pedro negó a Jesús tres veces —estaba aterrado de admitir que estaba asociado con Él. Por la misma razón, ninguno de los apóstoles, con la excepción de Juan, estuvieron al pie de la cruz. Se ocultaron de los soldados romanos y los guardias del templo, quienes trataban de cortar de raíz cualquier intento de sublevación, y estaban dispuestos a atrapar a los seguidores de Jesús y someterlos a un destino similar.

Según el autor católico y locutor de radio, Patrick Madrid, “literalmente, si la resurrección corporal de Jesús no hubiese sucedido, los Apóstoles se habrían separado, rendido y hubieran regresado a sus hogares. ¿Cuál habría sido el motivo? Si en realidad, Jesús no se levantó de entre los muertos, como lo había prometido en repetidas ocasiones, entonces, ¿para qué meterse en problemas? Se hubiese convertido simplemente en otro fallido aspirante a Mesías. Y los apóstoles y los otros discípulos que seguían a Jesús, ciertamente, no hubiesen estado dispuestos a arriesgar sus vidas, como lo hicieron; y sufrir el martirio con sangre, como también lo hicieron, por un tipo que murió y que ofrecía un mensaje inspirador. Pero la resurrección demostró que Jesús es Dios, y que Él es nuestro Señor y Salvador, por cuya persona y mensaje vale la pena vivir, y si llegara a ser necesario, valdría la pena morir por Él. Eso es lo que creemos como católicos acerca de la resurrección. Tal es su importancia que puede cambiar vidas y hacer girar el mundo”.

Otra teoría es que todas las historias sobre las apariciones de Jesús se pueden explicar como histeria o una alucinación colectiva. De acuerdo con Karlos Broussard de ‘Catholic Answers Apologist’, “cómo podrían tantas personas distintas alucinar lo mismo o tener la misma visión en diferentes momentos y en diferentes lugares, y sacar de esas alucinaciones la misma conclusión errónea. No tiene sentido. Con respecto a las alucinaciones, el psicólogo Gary Collins explica: ‘Las alucinaciones son ocurrencias individuales. Por su propia naturaleza, solo una persona puede ver una alucinación en dado momento. Ciertamente, no son algo que puede ser visto por un grupo de personas…Dado a que las alucinaciones existen tan solo en este sentido subjetivo y personal, es obvio que no pueden existir otros testigos’”.

Una de las pruebas más polémicas es el sudario. El Evangelio de San Lucas dice: “Entonces Pedro se levantó y corrió al sepulcro, se inclinó y vio solamente las vendas en el suelo; y se regresó sorprendido de lo que había sucedido”. Lucas 24, 12. Tanto Lucas y Juan mencionan específicamente las vendas en el suelo. El hecho de que las vendas estuvieran allí, no es necesariamente una prueba de la resurrección, pero, ¿hubo algo acerca de las vendas que indicara la resurrección? Las vendas vacías no enviaron a los Apóstoles en busca de un cuerpo, los envió de regreso a casa, sorprendidos y, presuntamente, con gozo. Ian Wilson, uno de los autores e historiadores más prolíficos sobre el tema del Santo Sudario de Turín, postula lo siguiente: ¿Pero por qué la emoción?, incluso por parte de un agnóstico. Aunque muchos pueden preguntarse por qué alguien podría fascinarse tanto por encontrar un pedazo viejo de lino con manchas, lo convincente es el tipo de manchas. El hecho de que ningún cuerpo humano normal dejaría una imagen de sí mismo; ciertamente, no con las características fotográficas tan extraordinarias como las del Santo Sudario. Podría entonces ser una casualidad que este fenómeno haya ocurrido únicamente en el caso de Jesús, el único hombre en toda la historia de la humanidad al que se le acredita el haber vencido las ataduras de la muerte. Si el sudario tiene en realidad dos mil años de antigüedad, ¿podría entonces, lo que haya pasado en ese momento, literalmente grabarse en la tela que tenemos hoy en día? Una cápsula de tiempo permanente de cómo el cuerpo de Jesús se veía en el momento de la resurrección.

Existen muchas pruebas históricas, contextuales y culturales que dan testimonio de la verdad sobre la Resurrección, pero el padre Christopher Smith, rector de la Parroquia en la Catedral de Cristo, señala: “La declaración de Pascua es que la Resurrección de Jesús atravesó la finalidad de la muerte física y destruyó el poder del pecado, y da alivio a nuestro espíritu. La promesa de la Pascua es la vida nueva y eterna”.