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EXTENDER LA MANO

By CATHI DOUGLAS     9/9/2020

DADO QUE MUCHAS famil-ias católicas se encuentran entre el cuidado de los niños en edad escolar y el de los parientes de mayor edad, los ministerios a los cuidadores son las principales pri-oridades de la Diócesis de Orange y sus parroquias.

“Me di cuenta de que los cuidadores están tan ocupados con el cuidado de los niños que quedan fuera del radar”, dice Jennifer Dagarag, enfermera comunitaria de la Iglesia de San Ireneo en Cypress.

 “Sus mayores temores son el abandono y el ser pasados por alto. No quieren ser una carga, pero tampoco quieren ser olvidados”.

Dagarag trabaja con los equipos de hospitalidad de su parroquia para identificar parejas de ancianos, familias  cuyos miembros tienen discapacidades y adultos con necesidades especiales para mantenerse en contacto con ellos y brindarles recursos. “Cuando una de las parejas está desa-parecida, tenemos que averiguar cómo están.

¿Hay algún problema médico en casa?”, dice. “Cuando podemos satisfacer sus necesidades de entrega de alimentos o ayuda cuando se sienten abrumados, nos ocupamos de sus necesidades espiri-tuales”.

Linda Ji, directora de servicios pas-torales para familias en todas las etapas de la vida, señala que varias parroquias del condado de Orange tienen enfermeras como Dagarag en su personal para proporcionar ayuda a los necesitados y promover el bienestar de los individuos y las familias.

“Podemos hacer más como Iglesia para establecer conexiones intergeneraciona-les”, observa Ji. “Los miembros más acti-vos de la mayoría de las parroquias son personas mayores. Creo que eso hace que sea importante ofrecer oportunidades de interacción entre generaciones, y ofrecer la oportunidad de compartir la fe”.

Dagarag señala que parroquias como la de San Ireneo están recurriendo a proveedores de cuidados para propor-cionar el apoyo que tanto necesitan.

“Las personas que cuidan de los niños necesi-tan mucho apoyo, y eso debe ser recono-cido”, dice. “Todos necesitamos apoyarlos, y tener conversaciones con ellos sobre lo difícil que es. Debemos reconocer cuando nuestros hermanos y hermanas están necesitados —y esa detección surge de una toma de conciencia”.

La Diócesis de Orange forma parte del Cuidado Integral, un esfuerzo de colab-oración entre los obispos de California y los sistemas católicos de atención de la salud que comenzó en 2015 cuando los católicos lucharon contra la ley de suicidio asistido por médicos de Cali-fornia.

Joseph Dao, gerente regional del programa de la iniciativa, dice que está capacitando a los feligreses para que sean un apoyo para los que están gravemente enfermos, así como proporcionando recursos para los cuidados paliativos y los hospicios.

Dao estima que el 46 por ciento de los cuidados proporcionados en todo el estado son prestados por cuidadores no remunerados, lo que equivale a unos 470 millones de dólares en cuidados no remunerados.

“Hablamos de la crisis en el cuidado”, dijo, “y ofrecemos a las personas que cuidan de ellos un mapa de recursos, consejos sobre el autocuidado de los cuidadores e ideas sobre cómo co-municarse con los cuidadores que están pasando por un momento difícil”.

Dada la pandemia mundial de coronavirus, los cuidadores están aún más estresados, y cada vez más perso-nas se encuentran en las funciones de cuidadores.

“Una cosa que la pandemia ha sacado a la luz es que no podemos esperar que todo el mundo venga a las puertas de nuestra parroquia”, señala Ji.

“Tenemos que salir más. Si queremos llegar a la gente necesitada, debemos encontrarnos con ellos donde están. “Podemos proporcionarles espacio y apoyo en la iglesia, pero tenemos que salir y encontrar a la gente que necesita apoyo”, añade.

“Eso es lo que Cristo hizo. Él sabía que la sanación debe ser lo prim-ero —entonces la gente está preparada para escuchar el evangelio”.