LIMA (ACI Prensa) – Hoy se celebra a la Virgen de las Lágrimas, advocación surgida en Siracusa (Italia), donde una imagen del Corazón Inmaculado de María derramó lágrimas de “dolor y esperanza” por el mundo, como señaló san Juan Pablo II.
El hecho se produjo en 1953, en la humilde casa de los esposos Angelo Lannuso y Antonina Lucia Giusti. Ambos tenían en su dormitorio una imagen de la Virgen María, hecha en relieve sobre yeso. La imagen derramó lágrimas por cuatro días, entre el 29 de agosto y el 1 de septiembre.
La imagen había sido un regalo de bodas y, cuando lloró, la primera en verla fue Antonina -en ese momento embarazada de su primer hijo-.
Las autoridades eclesiásticas fueron muy prudentes con lo ocurrido. El párroco Giuseppe Bruno llegó hasta la casa de los Lannuso acompañado de varios expertos, entre los cuales se encontraba el doctor Michele Cassola, abiertamente ateo.
En el lugar, los expertos -que serían luego parte de la comisión investigadora- fueron testigos directos del milagro. Después de este episodio la imagen no derramó más lágrimas.
El fluido recogido fue sometido a diversos análisis por una comisión científica dirigida por Cassola. Se hizo una comparación de la muestra con lágrimas humanas -de un niño y un adulto-. El doctor Cassola no tenía explicación científica para lo que revelaron los estudios: el líquido derramado por la imagen mariana correspondía a lágrimas humanas. El informe final de la comisión se dio a conocer el 9 de septiembre de 1953 y fue contundente al respecto.
Tres meses después, el 12 de diciembre de 1953, día en que la Iglesia celebra a la Virgen de Guadalupe, los obispos de la región de Sicilia unánimemente declararon que efectivamente la imagen de la Madre de Dios había llorado.
El 17 de octubre de 1954, el Papa Pío XII se refirió a este hecho prodigioso y, en un radiomensaje al congreso mariano regional de Sicilia, dijo: “¿Comprenderán los hombres el arcano lenguaje de estas lágrimas? ¡Oh, las lágrimas de María? En el Gólgota eran lágrimas de dolor por Jesús y de tristeza por el pecado del mundo. ¿Todavía llora por las nuevas llagas en el Cuerpo místico de Jesús?… ¿O llora por tantos hijos en quienes el error y la culpa han extinguido la vida de gracia y ofenden gravemente la majestad divina? ¿O son lágrimas de espera por el regreso ya tarde de otros hijos, que un día fueron fieles y que ahora son arrastrados por falsos espejismos entre las huestes de los enemigos de Dios?”
La gran cantidad de fieles que iba a venerar la milagrosa imagen hizo que se edificara un santuario en 1968, que luego fue renovado en 1994. Ese año, San Juan Pablo II realizó la consagración del lugar, el día 6 de noviembre. En el marco de su visita pastoral a Catania y Siracusa, el Papa peregrino dijo que las lágrimas de la Virgen “testimonian la presencia de la Madre Iglesia en el mundo”. “Son lágrimas de dolor por cuantos rechazan el amor de Dios, por las familias separadas o que tienen dificultades, por la juventud amenazada por la civilización de consumo y a menudo desorientada, por la violencia que provoca aún tanto derramamiento de sangre, y por las incomprensiones y los odios que abren abismos profundos entre los hombres y los pueblos”, añadió.
El 5 de mayo de 2016, el Papa Francisco presidió la vigilia de oración “Para secar las lágrimas” en el marco del Jubileo de la Misericordia, ocasión por la cual fue llevado el relicario de la Virgen de las lágrimas hasta el Vaticano. En esa oportunidad, el Santo Padre resaltó que “al lado de cada cruz siempre está la Madre de Jesús. Con su manto, ella enjuga nuestras lágrimas. Con su mano nos ayuda a levantarnos y nos acompaña en el camino de la esperanza”.
Dos años después, el 25 de mayo de 2018, Francisco presidió nuevamente una liturgia en presencia del relicario con las lágrimas de la Virgen. Aquella vez, desde la capilla de la Casa Santa Marta donde reside, el Santo Padre afirmó: “Han traído desde Siracusa la reliquia de las lágrimas de la Virgen. Hoy están aquí, y rezamos a la Virgen para que nos dé a nosotros y también a la humanidad, porque tenemos necesidad, el don de las lágrimas, que nosotros podamos llorar por nuestros pecados y por tantas calamidades que hacen sufrir al pueblo de Dios y a los hijos de Dios”.
El Santuario Mariano de Siracusa recibe aproximadamente un millón de personas que llegan en peregrinación.