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LA COMIDA FAMILIAR

¿POR QUÉ SENTARSE A COMER JUNTOS CON FRECUENCIA ES TAN IMPORTANTE?

By CATHI DOUGLAS     10/16/2018

En alguna época, sentarse a cenar con la familia era algo cotidiano, tan rutinario que me vienen a la mente imágenes de pintorescos retratos de Norman Rockwell.

El mundo acelerado de hoy, lleno de dos padres que trabajan, presionados con plazos comerciales, deportes extraescolares, lecciones de música para los niños y más, ha hecho que la cena familiar sea casi obsoleta para muchos de nosotros.

¿Esto debería de ser motivo de preocupación para los padres católicos?

¡Sí!, explica un estudio de la Universidad de Emory, “De kétchup y Kin: Conversaciones a la hora de la cena como fuente principal de conocimiento, ajuste y resiliencia familiar”.

Según el estudio, hasta un 70 por ciento de las comidas se consumen fuera del hogar. En promedio, el 33 por ciento de las familias estadounidenses comen juntas más de dos veces por semana, explican los autores Marshall P. Duck, Robyn Fivush, Amber Lazarus y Jennifer Bohanek.

“Hay muchos que expresan una gran preocupación por los cambios en la vida familiar estadounidense que han sido contiguos a la pérdida de la ‘hora familiar’”, indica el estudio. Además de la disminución de las cenas familiares, dicen los autores, hubo una desaparición casi completa de la conversación familiar.

Esta es una preocupación para todos los padres, señala Katie Dawson, directora de Formación de la fe de la Diócesis de Orange, quien dice que los estudios sugieren que las familias deben comer juntas por lo menos tres o cuatro veces a la semana para evitar el potencial uso de drogas de sus hijos, el ausentismo escolar, y muchos otros comportamientos negativos.

“Coman juntos, en familia”, dice Dawson. “No tiene que significar una comida casera, y no requiere necesariamente sentarse en la mesa del comedor. Esto no es una ciencia oculta; es bastante simple”.

Agrega: “En última instancia, el compartir tiempo juntos hace que los niños se mantengan en el camino correcto. Las conversaciones a la hora de la cena pueden convertirse en una herramienta para fortalecer la vida familiar. Es un hábito de los padres que requiere la menor cantidad de energía para la mayor cantidad de impacto”.

Comer en familia juntos ofrece a los niños beneficios físicos, mentales y emocionales, de acuerdo con thefamilydinnerproject.org, que incluyen:

Mejor rendimiento académico.

Mayor autoestima.

Mayor sentido de resiliencia.

Menor riesgo de abuso de
sustancias.

Menor riesgo de embarazos durante la adolescencia.

Menor riesgo de depresión.

Menor probabilidad de desarrollar trastornos de la alimentación.

Menores índices de obesidad.

Dawson dice que cuando una cena familiar se acompaña de dar gracias antes de comer, dirige la atención de la familia hacia Dios, que está fuera de nosotros y por encima de nosotros, e identifica a Dios como la fuente de todo lo que es bueno en nuestras vidas —y lo convierte en un hábito aún más importante.

“Estos son momentos poderosos en la vida de un niño”, señala Dawson. “Los padres están idealmente en el negocio de ayudar a sus hijos a interpretar sus vidas, quiénes son y cómo encajan en su entorno”. No toma mucho tiempo volver nuestra atención a Dios y decir: ‘gracias’”.

De hecho, al establecer a sencilla regla de la hora de la cena que dice que “no comemos hasta dar las gracias”, las familias pueden asegurarse de que siempre digan gracias, pidiéndole a Dios que los haga amarse unos a los otros y pidiéndole que provea a los demás que no tienen todo lo que necesitan.