A sus 75 años de edad, la movilidad del Padre Anastacio “Tacho” Rivera es limitada. Es transportado en silla de ruedas por el diácono, Humberto Ramírez.
Pero nada impide al padre Tacho mostrar la hermosa sonrisa amorosa con la que conquistó los corazones de sus fieles.
Inspirado en la vida y el servicio de Rosita Díaz, de la Comunidad de Delhi en Santa Ana, el padre Tacho fue galardonado con el premio “Amor en Acción” que otorga anualmente la Junta Directiva del Instituto Loyola para la Espiritualidad (LIS) a un latino excepcional, por su excelente servicio a la comunidad hispana del Condado de Orange.
“Aquí comencé en 1974, y en 1976 me di cuenta que había un movimiento de retiros para jóvenes hispanos llamado Search”, rememora el padre Tacho sobre su trabajo en la Diócesis de Orange. “Le llamábamos “Búsqueda” y comencé a trabajar en esos retiros como su capellán,”.
De hecho, fue en uno de aquellos retiros cuando el padre Tacho descubrió lo que él califica como “el más grande regalo”: Rosita Díaz, una joven hispana católica alegre y comprometida con la Iglesia.
“De Rosita recuerdo su espíritu y su alegría”, dice. “Con su forma de oración atraía a los jóvenes y eso me hizo a mí seguir adelante en el trabajo con los jóvenes, eso me hacía animar a todos a seguir adelante”.
El padre Tacho narra en forma jocosa que su sobrenombre le cayó de “maravilla” cuando se lo impusieron sus hermanos jesuitas en México.
“Toda mi vida batallé con el complicado nombre de Anastacio”, dice. “En las escuelas americanas y en todo el mundo a cada uno le llamaban por su nombre, pero el mío no lo podían pronunciar, así que el nombre de Tacho me cayó como anillo al dedo”. ¡Fue una maravilla saberlo!
la llamada al sacerdocio
Cuenta que el llamado de Dios para su vocación sacerdotal fue una verdadera lucha. Estaba en la preparatoria cuando la voz de Nuestro Señor lo llamaba.
“Yo le decía a Él: olvídate, y me enfoqué en otros planes; me fui a la escuela de ingeniería en la Universidad de Arizona y huía de ese zumbido de mosquito que me decía: “Tu eres mi sacerdote, decídete… Le dije, está bien, le voy a entrar y a ver cómo le hago y comencé a buscarle con los jesuitas que están muy comprometidos con la educación universitaria”.
Aunque le gustaban las matemáticas y su punto fuerte no era la educación, abandonó este programa e incursionó en la pastoral hispana.
Su respuesta a Dios fue la misma que Nuestro Señor le dijo a los apóstoles que el sacerdote tiene que ser tratado como a Él mismo: “Quien a vosotros os escucha, a Mí me escucha. Quien a vosotros os desprecia, a Mí me desprecia.” (Lucas 10:16).
Y, sin proponérselo, en realidad, todas las cosas y todos los acontecimientos, para quien sabe leerlos con profundidad, encierran un mensaje que, en definitiva, remite a Dios. Y así fue en su vida y en la vida de sus ovejas del rebaño de Dios.
La misión de este sacerdote Jesuita nunca consistió en decir muchas palabras, sino que su persona se hizo eco y portavoz de una sola “Palabra”, que es el verbo de Dios hecho carne por nuestra salvación.
“Hace 19 años que tuve la dicha de formar parte del proyecto inicial del programa de formación para guías espirituales con el Padre Tacho”, dijo Dolores Martínez, la presentadora del premio “Rosita Diaz Amor en Acción” que se le otorgó al padre Anastacio.
“Junto con un grupo de personas recibimos de él no solo enseñanza, sino un cariño muy especial”.
Martínez y un grupo de feligreses del Equipo Latino Ignaciano agradecieron al Padre Tacho por su esfuerzo, perseverancia y dedicación en su formación.
“En usted encontramos el padre espiritual, el amigo, el guía que supo descubrir en cada uno de nosotros el don que Dios nos había regalado”, dijo Susana Martínez. “Gracias también en nombre de la comunidad hispana que ha recibido tanto de usted. Ojalá que cada uno de nosotros podamos dar testimonio de su enseñanza”.
Después de recibir el premio en reconocimiento por el proceso de maduración espiritual de la comunidad hispana, con quien el P. Tacho ha trabajado tanto, comprometido el uno con el otro y reconociendo su fe y compromiso con Dios, él suspira y afirma: “La fe del pueblo hispano es muy fuerte hacia Nuestra Señora de Guadalupe. Su afecto por la Virgen María es lo que nos sostiene en medio de tormentas y problemas, en medio del desprecio y de todo. Nuestra Madre Santísima acompaña a nuestro pueblo y el pueblo responde con cariño a su Hijo”.
El mismo cariño con el cual Humberto Ramírez, diácono de la Iglesia Santiago de Compostela, de Lake Forest empuja su silla de ruedas y lo llevó a la mesa donde compartió feliz con los feligreses su premio “Amor en Acción”.