Los siete pecados capitales son el orgullo, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza.
Si se unen, representan todos los principios de la Biblia, los mandamientos y los pecados de una manera condensada, explica el padre Robert J. Spitzer, S.J., presidente del Centro Magis y el Centro Spitzer.
El padre Spitzer es el presidente del Centro Magis de la razón y la fe, una organización sin fines de lucro, dedicada a crear materiales educativos complementarios de la Ciencia, la Filosofía y la Fe. El padre Spitzer está escribiendo un libro sobre cómo utilizar la virtud y la oración para enfrentar el pecado. Por ahora el libro es solo un borrador y explica cómo los siete pecados capitales aún son vigentes hoy en día.
el significado y uso
Los grandes autores del mundo, tal como Shakespeare, Dickens, Tolstoi y Fitzgerald utilizaron los siete pecados capitales como temas centrales en la literatura, la narrativa y el teatro dramático, señala el padre Spitzer.
“Dondequiera que existan corazones angustiados, el descontento humano, prejuicios, falta de respeto, marginalización, opresión y cualquier forma de injusticia y odio”, escribe, “allí también veremos las semillas de los siete pecados capitales –las actitudes internas que forman un corazón obscuro y la negación de la generosidad, la compasión y el amor del autosacrificio”.
número 1: la gula (incluyendo la adicción a las drogas y el alcohol)
La gula es destructiva porque puede conllevar a un declive extremo de la salud, la vida familiar, el rendimiento laboral y la eficacia social, indica el padre Spitzer. “Mientras más fuerte es la adicción y el hábito, más difícil de dejarlo, además de ser más destructivo para uno mismo y otros”, agrega el padre Spitzer. Cuando la persona se convierte en adicta a los efectos eufóricos del alcohol, las drogas, e incluso la comida, es cuando se convierte en pecaminoso.
número 2: la avaricia
Como la gula, la avaricia está arraigada en el deseo mundano, señala el padre Spitzer. “A pesar de que la avaricia no causa una adicción física, sí causa una obsesión psicológica al punto de ser insaciable –tan insaciable que la persona está dispuesta a engañar, robar, defraudar y explotar a los vulnerables con el fin de obtener más bienes materiales de los que realmente necesita”, explica.
número 3: la lujuria
El ceder a los deseos intensos de satisfacción sexual es la causa raíz a la infidelidad, la promiscuidad, el libertinaje, y en el mundo contemporáneo, la adicción al sexo, escribe el padre Spitzer. “De esta manera, la lujuria es, con frecuencia, la causa de la ruptura de relaciones, matrimonios, el fracaso matrimonial, el fracaso en la vida familiar, y las profundas, y muchas veces, devastadoras consecuencias emocionales negativas”.
número 4: la pereza
Generalmente, la pereza significa ser flojo, pero en la tradición judía-cristiana, la pereza se refiere a la apatía espiritual –una falta total de interés por uno mismo, los otros, la comunidad, la sociedad y el Reino de Dios, indica el padre Spitzer. “A diferencia de los otros pecados capitales que requieren la tentación de nuestras pasiones, la pereza refleja la ausencia de pasión –una pasión saludable que se deriva de las creencias, convicciones, ideales, principios, empatía y la conciencia”.
número 5: la vanidad
La vanidad se refiere al amor propio excesivo y el deseo excesivo de ser amado y reconocido por los demás, escribe el padre Spitzer. “Si se le permite crecer sin inhibiciones, la persona buscará ser el centro de atención de las otras personas –y si se le permite llegar al máximo, conllevará a auto idolatrarse, al punto que se buscará remplazar a Dios y la familia del centro familiar”.
número 6: la ira
El padre Spitzer utiliza las múltiples tragedias forjadas en “Hamlet” como ejemplos del poder negativo de la ira, ya sea justificada o no. “La tragedia de Shakespeare valida las enseñanzas de Jesús de que la ira, incluso cuando es justificada, frecuentemente conlleva a el dolor innecesario, la destrucción y la muerte”, escribe. “Para evitarla, debemos tomar la virtud, y el buen hábito y disciplina del perdón siguiendo el ejemplo de Cristo”.
número 7: el orgullo
El orgullo se refiere al egocentrismo que conlleva, no solamente al ensimismamiento, sino también a la exclusión, negligencia e incluso la ridiculización de los otros, escribe el padre Spitzer. “La persona no solo quiere ser el centro de atención y reconocimiento, pero además, inherentemente superior y el centro de poder y dominio”, explica. “Puede ser sutil (y sigiloso maquiavélico) o excesivamente fuerte e ilusorio –incluso al punto de actuar como un mesías (un salvador elegido) o un semidiós”.
¿qué significado tiene todo esto para nosotros?
Nosotros luchamos contra los mismos siete pecados capitales como lo hicieron nuestros antepasados en las Escrituras. Los católicos que quieran conquistar el señuelo de estos pecados deben resistir el deseo al alcohol, las drogas y la comida, así como los defectos inherentes de la naturaleza humana, tales como la envidia, la vanidad y el enojo.
El ser una mejor persona es parte de convertirse en un mejor católico. Cuando meditamos y confesamos nuestros pecados, buscamos el entendimiento y el perdón de los demás, y nos esforzamos por hacer lo mejor en cada situación, nos convertimos en mejores amigos, empleados, esposos y católicos.
El hechizo de la euforia y la destrucción de la adicción eufórica son vencidas por aquellos que son educados y entrenados en las virtudes de la prudencia, templanza (auto control), y la fortaleza, escribe el padre Spitzer. “Cuando estas virtudes se combinan con la fe, se convertirán en un escudo eficaz para evitar las caídas…y avanzar hacia un nivel más alto de significado y propósito en la vida”, señala.