Hace 38 años, en la capilla del hospital de cáncer Divina Providencia de San Salvador, un escuadrón de la muerte perpetró el asesinato del ahora beato Monseñor Oscar Arnulfo Romero, cuyo proceso de canonización fue firmado el pasado 7 de marzo por el Papa Francisco.
Pero en El Salvador, los asesinatos de clérigos comenzaron el 2 de marzo de 1977 con la muerte del sacerdote jesuita Rutilio Grande y dos campesinos. Dos meses después fue acribillado en su iglesia parroquial el padre Alfonso Navarro, junto con un muchacho que era sacristán.
En noviembre de 1978 fue muerto el padre Ernesto Barrera Motto, asesinado por la Guardia Nacional, que le acusó de pertenecer a las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí” (FPL). Otros sacerdotes asesinados fueron: Octavio Ortiz, además de otros aspirantes al sacerdocio; Rafael Palacios, Alirio Napoleón.
Las religiosas estadounidenses Ita Ford, Maura Clarke, Dorothy Kazel y Jean Donovan, fueron violadas y asesinadas por soldados de la Guardia Nacional, y los sacerdotes jesuitas españoles Ignacio Ellacuría, Ignacio Martin Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno, además del jesuita salvadoreño Joaquín López y López, conocidos como los mártires de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.
Y, también, Monseñor Romero.
El martirio de “San Romero de América”, como se conoce a Monseñor Oscar Arnulfo Romero fue el trasfondo de la conferencia “No basta la justicia, es necesario el perdón”, del Cardenal Gregorio Rosa Chávez durante una conferencia en el Congreso de Educación Religiosa 2018, en el Centro de Convenciones de Anaheim.
“El color de la sangre jamás se olvida”, dijo el Cardenal Rosa Chávez, amigo y guardián de la memoria de Romero. “Mientras unos gritaban que los masacrados serían vengados, nosotros le cantábamos a Dios. Por eso, no basta la justicia, es necesario el perdón, porque el amor transforma a la persona”.
Rosa Chávez recordó una frase de perdón de Monseñor Romero, imborrable en la memoria del pueblo salvadoreño: “Si me llegan a matar desde ya perdono a los que lo vayan a hacer, y yo agarro esta frase para mí, si él (Cristo) que entregó su vida los perdonó, yo también los perdono”.
El pasado 18 de mayo de 2017, un tribunal de El Salvador reabrió el proceso penal contra el capitán del Ejército, Álvaro Rafael Saravia, único acusado del magnicidio y en paradero desconocido. El difunto mayor del Ejército, Roberto D’Abuisson, fue considerado como el autor intelectual del magnicidio.
De hecho, el Juzgado Cuarto de Instrucción de San Salvador anuló en 2017 el sobreseimiento decretado el 31 de marzo de 1993 del proceso contra Saravia y basó su resolución en una sentencia de inconstitucionalidad que anuló en 2016 una ley de amnistía.
La causa de santificación de Monseñor Romero se dio luego de ser aprobado un milagro de Dios por su intercesión en favor de Cecilia Flores de Rivas, una mujer que estaba a punto de morir, luego de dar a luz a su tercer hijo, en agosto de 2015.
El cardenal salvadoreño consideró que la canonización de monseñor Óscar Arnulfo Romero es una oportunidad en su país para alcanzar la tan anhelada paz.
“Es importante la verdad y la justicia para alcanzar el perdón; cuando firmamos los Acuerdos de Paz en 1992 [En el Bosque de Chapultepec, de la ciudad de México] recordaba que, en un país tan violento como el nuestro casi no hubo venganzas”, dijo el purpurado.
Relató que fue testigo de los heridos de la guerra civil [1980-1992] y de un diálogo que jamás se me olvidará entre dos hermanos, uno militar y el otro guerrillero; ambos luchaban por la patria y tenían la misma sangre; ellos fueron la muestra de que la paz es posible, y aunque el informe de la Comisión de la Verdad indicaba perdón y olvido, la Iglesia dijo: Verdad, Justicia y Perdón…ofrece perdón y recibes la paz”.
El cardenal Rosa Chávez, discípulo fiel de Monseñor Romero, el arzobispo que se convirtió en “La voz de los sin voz” en El Salvador fue una poderosa voz contra las injusticias sociales, la pobreza, los asesinatos y la tortura. A causa de la Guerra Civil murieron más de 70,000 personas y se registraron 30,000 desaparecidos.
“¿Qué pasó con los [sacerdotes] jesuitas?, se preguntó a sí mismo. Y respondió: “Todos eran españoles, menos uno. Y España pidió justicia bajo el nuevo concepto de justicia restaurativa; querían saber lo que pasó para perdonar, es decir, un proceso donde en vez de pagar una pena se recibe un indulto para lograr la reconciliación, y en el esquema de hoy, el Papa Francisco lo define con las palabras reconciliación y misericordia. En El Salvador la Ley de Amnistía fue derogada y, por lo tanto, se puede juzgar al victimario; muchos piden los documentos para reclamar justicia y el tema es importante para que nosotros podamos curar las heridas y, entonces, es necesario el perdón”.