“Desde el cielo una hermosa mañana… Desde el cielo una hermosa mañana… La Guadalupana, la Guadalupana, la Guadalupana bajó al Tepeyac”.
Con ese canto en honor a la Santísima Virgen, el padre Eugenio Cárdenas, Misionero del Espíritu Santo (M.Sp.S.) comenzó declarándose un sacerdote “loco” por el amor del Espíritu Santo y enamorado de la Santísima Virgen.
Lo hizo durante el reciente Congreso “El Espíritu da Vida” de la Renovación Carismática del Sur de California con el tema “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida”.
“Cuando el Espíritu Santo viene, es porque su esposa [la Virgen María] está presente”, dijo el también profesor asistente de teología espiritual en el Seminario de Camarillo. “Yo no puedo vivir sin el Espíritu Santo ni la Virgen de Guadalupe”.
Recordó a la multitud que en el primer día de la resurrección nuestro Señor Jesús vino a visitar a sus discípulos que tenían miedo a los judíos y estaban encerrados y les dijo: «La paz con vosotros» “Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo…” (Juan 20: 19-24).
También, aludió a la lectura del valle de los huesos secos (Ezequiel 37:1-4) donde Yahvé le hizo profetizar la infusión de un espíritu que los hizo vivir, se produjo un ruido y los huesos se juntaron unos con otros, se recubrieron de nervios, la carne brotaba y la piel se extendía por encima.
Estos huesos son la representación del pueblo de Israel. Ellos decían estar secos en vida. Eran almas sin esperanza (Ezequiel 37:11). El pueblo elegido de Dios se sentía perdido, solo, abandonado.
Pero Dios, en su gran amor, demostró que no era así, Él permanecía con ellos. Y así como tiene absoluto poder para revivir un grupo de huesos secos y darles vida nuevamente, así daría aliento de vida a un pueblo que perdió la esperanza.
“El pueblo de Israel somos nosotros en la actualidad; somos huesos secos en el cuerpo de Cristo, porque no estamos mojados con el fuego del Espíritu Santo”, dijo el sacerdote. “¡Porque no somos como ríos de agua viva!”, pero cuando los somos, ¡podemos ser capaces de bendecir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!”.
Como siempre, lleno del amor de Dios, el padre Eugenio recordó a los feligreses que en el Credo Niceno Constantinopolitano “el Señor habló por los profetas”, y el Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad es el Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, y que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria.
“Si San Pablo nos dice que hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, entonces ¿Por qué tenemos cara de vinagre? [cara desagradable, de amargura o enfado]”, preguntó. “Debemos tener en el rostro una sonrisa para manifestar la gracia del Espíritu Santo”.
Destacó que el corazón tiembla cuando el ser humano honra a la Santísima Trinidad y en la relación personal cambia el sentido de la palabra honrar por la glorificación a Dios Padre, y a su Hijo Jesucristo por la acción del Espíritu Santo.
“Dios es digno de que toda rodilla se postre y que todos nos humillemos ante nuestro creador”, reflexionó.” “A muchos nos falta estar más abiertos para recibir al Espíritu Santo que nos da vida, esperanza y verdad”.
Recordaba, además, que en su epístola a los Gálatas 5:22-23, San Pablo nombra que los frutos de las manifestaciones del Espíritu Santo son el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, fe, mansedumbre y templanza.
“Habría que examinarnos sobre los frutos que estamos dando a la Iglesia y pedir a Dios que nos conceda misericordiosamente su Espíritu”, dijo.
Y, fiel a su manera de evangelizar cantó para el público congregado en el Centro de Convenciones de Anaheim:
“Te amo Padre. Te amo Hijo. Te amo Amor. Te amo Dios.
Padre te amo. Hijo te amo. Amor te amo. Te amo Dios”.
Te alabo Padre. Te alabo Hijo. Te alabo Amor. Te alabo Dios.
Padre te alabo. Hijo te alabo. Amor te alabo. Te alabo Dios.
Yo te alabo Espíritu. Espíritu de Dios. Yo te alabo. Espíritu de Dios.
Madre te amo. María te amo. Te amo madre. Madre de Dios.
Te amo Madre, Te amo María. Te amo madre. Madre de Dios”.