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¿SU TELÉFONO INTELIGENTE LO ESTRESA?

By BRETT ROBINSON, CATHOLIC NEWS SERVICE     10/18/2019

Según la Asociación Americana de Psicología, casi la mitad de los milenios se preocupan por los efectos negativos de los medios sociales en su salud física y mental. Los mismos adultos jóvenes reportaron sentirse desconectados de la familia incluso cuando están juntos. 

Los estadounidenses ya empezaron a buscar estrategias para hacer frente a los problemas tecnológicos. Algunos enfoques comunes incluyen la prohibición de los teléfonos celulares en la mesa, la realización periódica de una “desintoxicación digital” y la desactivación de las notificaciones de los medios sociales. 

Todas estas estrategias son encomiables, pero no abordan el cambio más fundamental que el entorno digital está produciendo en nuestra conciencia. 

Cuando aprendemos a leer, nuestro cerebro cambia. Los científicos se refieren a esto como “neuroplasticidad”. Esto significa que todas nuestras experiencias tienen el potencial de forjar nuevas conexiones entre los “circuitos” de nuestro cerebro. No importa la edad que tengamos, siempre hay cierta capacidad de “recablear” nuestra manera de pensar. 

Las herramientas digitales han introducido nuevos cambios en el cerebro, no todos buenos. La distracción y el aumento de la ansiedad son características demasiado comunes de la vida en la era digital. Las estrategias que restringen el uso del smartphone en situaciones familiares son intentos de disminuir estos efectos, pero no atienden a la transformación más profunda que se produce. 

Hay una palabra griega, “metanoia”, que se relaciona bien con estos desarrollos modernos. Metanoia significa literalmente “cambio de opinión”. 

En las Escrituras, el término aparece en el contexto del arrepentimiento espiritual y la conversión. En el primer capítulo del Evangelio de Marcos, cuando Jesús inicia su ministerio público, anuncia que el reino de los cielos está cerca e insta a sus seguidores a la metanoia o al arrepentimiento. 

Arrepentirse es alejarse del pecado y acercarse a la justicia y la virtud. En un millón de pequeñas instancias, cada vez que nos volvemos hacia la pantalla, nuestro cerebro está haciendo pequeños cambios en la forma en que reaccionamos ante el mundo que nos rodea. 

Cuando nos sentimos solos o ansiosos, ¿nuestro primer impulso es buscar a Dios en oración o ver un video para calmar nuestra adolorida conciencia? 

Cuando estamos preocupados por una enfermedad, ¿confiamos en Dios o buscamos síntomas y tratamientos en Google hasta que pensamos que sabemos más que el médico? 

Cuando nos quedamos perplejos ante una pregunta o una trivialidad, ¿nos permitimos preguntarnos cuál podría ser la respuesta o la buscamos en Google inmediatamente? 

Todas estas prácticas son indicios de la metanoia que tiene lugar en la era digital. 

La contemplación es un correctivo para la distracción; la confianza en Dios es un sustituto digno de Google y como Sócrates lo tenía, la maravilla es el principio de la sabiduría. Cuando estas cosas son vaciadas por nuestra “conversión” tecnológica, entonces haríamos bien en arrepentirnos y volver nuestras mentes a Cristo.