“¿Por qué papá no va a la iglesia con nosotros?”; “mamá no va a la iglesia, ¿por qué tengo que hacerlo yo?”; “¿le importa a Dios a qué iglesia vamos?”
En una sociedad donde los matrimonios entre personas de diferentes religiones son más comunes de lo que eran una o dos generaciones atrás, casi es el doble en porcentaje desde 1960, cada vez más los niños hacen este tipo de preguntas. El ofrecer respuestas a la satisfacción y comprensión de un niño, mientras se inculca un sentido de fe y creencia en Dios, es un reto cada vez más difícil para muchos padres.
Donna Couch, directora de la Formación de la Fe en la iglesia San Eduardo el Confesor en Dana Point, dice que la edad del niño y la diligencia con que los padres practican su fe son las dos principales consideraciones cuando se trata de este tema. Debido a que el pensamiento abstracto no se desarrolla hasta cerca de los años de secundaria, Couch explica que, al hablar con los niños más pequeños, en edad preescolar a tercer grado, sobre Dios, las creencias y prácticas religiosas debe ser en términos muy simples y concretos. “Aconsejo a mantenerse alejado de las explicaciones confusas”, dice. También es aconsejable centrarse en explicaciones sobre puntos de concordancia. “Si ambos padres son cristianos”, agrega, “pueden hablar sobre que ambos comparten el mismo kerigma básico, lo que significa las enseñanzas de Jesús en los Evangelios”.
En cuanto a la práctica de fe de los padres, el tema puede ser un poco más complicado si asisten regularmente a diferentes iglesias y llevan a sus hijos con ellos. Si es así, tendrán que analizar por qué practican su culto de manera diferente y en distintos lugares. Una vez más, Couch aconseja centrarse en lo positivo y mantenerse alejado de cualquier división. “Pueden decir que les gusta practicar su religión”, explica, “de distintas maneras, tal vez, como fueron criados por sus padres”.
Couch indica que “la fe” es un concepto abstracto con el que incluso muchos adultos tienen dificultad. “Prefiero que los padres se centren en los elementos claves que constituyen todas las creencias”, dice, “el amor a Dios y el uno al otro, y cómo esto brinda significado a la vida”. Y añade: “Pueden hablar acerca de cómo seguir una buena moral, hacer lo correcto y ayudar a los demás nos hace felices y nos ayuda a crear un mejor mundo para todos “.
Un niño que está rodeado de amor aprende mucho más acerca de Dios y acerca de conocer a Dios a un nivel personal a través de ese amor. “Les digo a los padres que procuren esas experiencias concretas cuando hablen de Dios”, dice Couch. “Conocer a Dios por medio de experiencias es mucho más útil para los niños que la lectura acerca de la fe o tratar de explicar conceptos teológicos”.
Tal vez el mejor consejo sobre este tema lo ofrece el reverendo Walter H. Cuenin, autor de un artículo con el título “La perspectiva de un sacerdote católico sobre el matrimonio interreligioso”, publicado en el 2002. En ese artículo, el reverendo Cuenin escribe: “También me parece que debemos apreciar lo bueno que puede surgir de los matrimonios interreligiosos. En una manera extraña, estos matrimonios nos recuerdan que el llamado de Dios para la familia humana transciende todas las fronteras religiosas”. Y concluye con: “Si bien encontramos grandes beneficios en nuestras propias tradiciones de fe y queremos verlas transmitidas a las generaciones futuras, ninguna tradición religiosos cuenta con la atención exclusiva de Dios. Cuando las personas siguen tradiciones radicalmente diferentes, pero aun así se conectan y llegan al matrimonio, tal vez están imaginando una nueva forma de ver la vida. Puede parecer desconcertante, pero ¿no podría también ser un llamado a una mayor armonía religiosa?”