ORLANDO, Florida (CNS) — Del 1 al 4 de julio el piso principal del hotel Hyatt Regency en Orlando se transformó en un inmenso salón con lugares de culto, oración, discusión y hasta café y donas durante la Convocatoria de Líderes Católicos: La alegría del Evangelio en EE.UU.
En la convocatoria 3,500 líderes eclesiásticos — hombres y mujeres religiosos, obispos y laicos — se reunieron para establecer un nuevo rumbo para la Iglesia Católica de Estados Unidos.
Siguiendo un formato de retiro, cada día comenzó y terminó con oración con otros. La Misa fue celebrada cada día en el salón principal del hotel y hubo muchos periodos programados para el sacramento de la reconciliación y para oración privada en un salón convertido en capilla de adoración.
Muchas de las sesiones principales tomaron forma de charlas motivadoras para animar a los delegados a compartir su fe audazmente con la sociedad en general y dentro de sus propias familias y parroquias. Las numerosas sesiones en grupo dieron la oportunidad para examinar minuciosamente lo que la iglesia está haciendo y dónde puede hacer más.
Más de 155 obispos asistieron a la reunión, sentados con sus delegaciones durante las comidas y en las sesiones en grupos. Los cardenales y obispos que hablaron durante las sesiones principales o en las homilías de las Misas animaron a los participantes a ver que este era su tiempo, su momento, enfatizando la urgencia de llevarle el mensaje de Dios a un mundo dividido.
Durante la Misa final, descrita como una “Misa de envío”, el cardenal Daniel N. DiNardo de Galveston-Houston dijo que la iglesia está llamada a lograr grandes cosas ante lo imposible: unir personas yendo a las periferias de la sociedad y compartiendo la buena nueva de Jesús a través de la acción enraizada en la fe.
“Hermanas y hermanos, estamos en un momento muy, muy significativo en nuestra iglesia en este país”, dijo el cardenal DiNardo, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, e instó a los delegados a recibir la gracia de Dios para el trabajo que está por delante.
Ninguno de los predicadores, ni los oradores principales suavizaron los retos para la iglesia moderna y más de una vez los oradores señalaron que los católicos están abandonando la iglesia, particularmente los adultos jóvenes, y más se están saliendo que uniendo a la iglesia.
Pero el obispo auxiliar Robert E. Barron de Los Ángeles señaló: “A los santos siempre les gustó una buena pelea y a nosotros nos debe gustar una buena pelea también”.
El obispo, quien se dirigió a la multitud a través de una conexión por vídeo el 4 de julio, les dijo que son tiempos emocionantes para evangelizar, pero que ellos también debieran mejorar su técnica para evangelizar eficazmente.
Durante la convocatoria, el papa Francisco fue señalado como un modelo a seguir para los católicos modernos invitando a otros a ir a Cristo, especialmente a los que están en las periferias. Los oradores también estuvieron prestos a citar su exhortación apostólica del 2013, “Evangelii Gaudium” (“La alegría del Evangelio”), que expone una visión de la iglesia dedicada a la evangelización, o discipulado misionero, de una manera positiva, con un enfoque en los más pobres y más vulnerables de la sociedad, incluyendo a los ancianos, a los que están por nacer y a los olvidados.
Dos homilías durante la convocatoria citaron específicamente la amonestación del papa en “Evangelii Gaudium” de que los católicos no deben ser amargados, sino reflejar alegría. El cardenal Donald W. Wuerl de Washington reconoció que los católicos no siempre están cómodos con la idea de evangelizar, pero dijo que ellos deben estar dispuestos a salir de sí mismos y hablarle a la gente sobre su fe como parte del encuentro del cual habla el papa.
Parte de esto implica simplemente escuchar a las personas, cuidarlas y llevarlas a Jesús, dijo la hermana Miriam James Heidland, de la Sociedad de Nuestra Señora de la Santísima Trinidad.
Los delegados fueron animados repetidamente a extenderse hacia las periferias, especialmente a los inmigrantes y a los pobres, pero también a todos los miembros de la diversa familia eclesiástica — personas de todas las razas, mujeres y jóvenes.
Hosffman Ospino, profesor asociado de Teología y Educación Religiosa en Boston College, dijo que es tiempo que la iglesia comience a crear un “lenguaje de comunión”, en vez de dividir la comunidad eclesial en distintos grupos y responder individualmente a esas necesidades.
“Es la iglesia sirviéndole a la iglesia”, él dijo. “Todos somos la iglesia”.
Ese mensaje inspiró a la hermana de San José Kathleen Burton, codirectora de la oficina de formación en la fe, vida familiar y formación del ministerio laico en la Diócesis de Camden, Nueva Jersey, quien dijo: “Los muros deben caer”.
“Hay un sentido renovado de evangelización y reevangelización”, dijo la delegada a Catholic News Service. “Estamos retados a no esperar que la gente venga a nosotros, sino que tenemos que salir hacia ellos”.
Para muchos delegados ver en la convocatoria la diversidad de la iglesia — latinos, afroamericanos y africanos, indígenas estadounidenses y asiáticos de todo el continente — fue una visión inspiradora, ayudándole a entender mejor la idea de la iglesia como una familia.
Vanessa Griffin Campbell, directora de la oficina de la pastoral de los católicos afroamericanos de la Diócesis de Cleveland, dijo que la clave para abrazar la diversidad e ir a las periferias será el trabajo en equipo entre los laicos, el clero y el personal diocesano.
La iglesia “no debe abrir las puertas solo los domingos”, ella dijo, “sino asegurar que nuestras puertas estén abiertas de domingo a domingo”.
Al final de la Misa de cierre, el arzobispo Christophe Pierre, nuncio apostólico ante Estados Unidos, felicitó a los asistentes por la discusión.
Él lo llamó un “kairos”, o momento oportuno, en la vida de la iglesia de Estados Unidos y dijo que le diría al papa Francisco: “El Espíritu está vivo en la iglesia de Estados Unidos”.
“Le contaré sobre el compromiso de muchos discípulos misioneros y de su amor por la iglesia”, él añadió.