“Padre Douglas, gracias por celebrar esta Eucaristía por el pueblo de Nicaragua. En Comunión”.
Ese es el mensaje corto y contundente del excelentísimo Monseñor Silvio José Báez, obispo católico de la Orden de los Carmelitas y obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua a sus hermanos nicaragüenses de la iglesia de San Joaquín, en Costa Mesa.
Desde el púlpito, y con la bandera de Nicaragua a un costado del altar, el padre Douglas Antonio Zavala Gómez, nacido en la turística y colonial Granada, ofició una misa para rogarle a la Purísima Inmaculada Concepción de María, patrona de su país y Reina de la Paz, que pida un milagro a su hijo, Jesucristo
“Un milagro sería que renuncie
[el presidente Daniel Ortega]”, dijo el padre Zavala. “Él quiere que el pueblo se levante en armas; es lo que está buscando porque le gusta la sangre, él es un sanguinario y siempre ha sido un guerrillero y comunista”.
En julio, Monseñor Báez resultó agredido y herido por una turba enardecida que irrumpió en la Basílica de Diriamba, y los parapoliciales también agredieron física y verbalmente al nuncio Apostólico en Nicaragua, Waldemar Somertag, así como al cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua.
Nicaragua ha cumplido más de tres meses de una sangrienta crisis socio-política, incendios, saqueos, secuestros, desaparecidos, torturados y gran descontento social en contra del gobierno de Ortega, luego de su fallida reforma a
la seguridad social que ha causado más de 460 muertes (315, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH).
Sin embargo, el presidente niega la represión gubernamental mediante abiertos operativos paramilitares, y, de acuerdo con la Asociación Nicaragüense Pro-Derechos Humanos (ANPDH) la cifra de heridos es de 2,800 (al 5 de agosto). De ellos, 72 tienen lesiones de por vida.
“Es horrible lo que pasa”, dijo Raymond Pérez, oriundo de León, Nicaragua. “La única salida a este conflicto es que Ortega se vaya junto con su esposa”.
En la historia de Nicaragua, Daniel Ortega era considerado el héroe de la insurrección que derrocó al último dictador de Nicaragua: Anastasio Somoza Debayle. La familia Somoza mantuvo por cuatro décadas su poder autoritario y absolutista.
En la actualidad, miles de opositores -en su mayoría los jóvenes- esperan que Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo abandonen el país, como lo hizo el dictador Anastasio Somoza Debayle, en la madrugada del 17 de julio de 1979. Este día es conocido en la historia de Nicaragua como “el día de la alegría”.
“Así como el pueblo se cansó de la dictadura de los Somoza, ahora el pueblo se cansó de Ortega y de su esposa, [la vicepresidenta] Rosario Murillo”, dijo el padre Douglas. “Ellos han formado un régimen dictatorial.”
En este entorno, más de 23,000 nicaragüenses han solicitado asilo en Costa Rica y otros han huido a Estados Unidos, cansados de elecciones fraudulentas, corrupción y violaciones a los derechos humanos.
“Desde que [Daniel Ortega] empezó a gobernar, dijo que liberaría al pueblo”, expresó Marjorie Taylor, nicaragüense residente en Irvine. “¿Dónde está lo que prometió?
En su homilía, el padre Douglas denunció que su país “ha sido bastante maltratado por el gobierno de Daniel Ortega y [su esposa, la vicepresidenta] Rosario Murillo” y recordó lo sucedido durante la primera visita de su santidad, Juan Pablo II a Nicaragua, en marzo de 1983.
“Aquella nube oscura que se veía en el horizonte de mi país por la entrada en Managua de los combatientes contra el régimen de Somoza y triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua hoy está transformada en una densa tormenta”, dijo. “Esa tormenta ya se avecinaba desde 1979; y de 1983, recuerdo los gritos de las madres de héroes y mártires [en la Plaza 19 de Julio] que pedían una oración por sus hijos muertos y por la paz, y el Papa dijo que -como ahora- la Iglesia también quiere la paz”.
Por ello, recordó que el Papa Benedicto XV, en 1917 -en pleno apogeo de la Primera Guerra Mundial- añadió a las Letanías lauretanas “Reina de la Paz”.